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Rachel Weiss:    Sexta Bienal de La Habana ( IV - fin )
Como en el pasado, había un par de estrellas del arte internacional entre la recopilación más prometedora de la Bienal. Este año se pudo ver la en cierta forma misteriosa inclusión de Christian Boltanski y Braco Dimitrijevic, quienes enviaron obras ya conocidas (la marioneta giratoria de sombras de Boltanski se veía espectacular sobre los muros de trescientos años de antigüedad de la fortaleza). Ampaso, de Miguel Ángel Ríos (Argentina, 1943), una hermosa y aséptica instalación, continuó la obsesión de este artista por los mapas como simbolizaciones ideológicas profundamente codificadas. William Kentridge (Suráfrica, 1955) contribuyó con UBU and the Truth Commission, una instalación que hacía uso de sus estilos gráficos y de animación, en una visión escéptica del proceso político actual de Suráfrica. La ironía abundó en obras como la de Priscila Monge (Costa Rica, 1968), Cállese y cante, en la que una hilera de caretas de boxeo, equipadas con diminutas cajas de música, dejaban escuchar dulces melodías infantiles; y las cáusticas pinturas de Armando Mariño (Cuba, 1968), en las que se burla de la historia oficial del arte (blanca, occidental), en lienzos como Carrera con obstáculos (un niño negro, esclavo, que corre a toda prisa por los corredores de un museo) y Marcel Duchamp en el reflejo de la postmodernidad (el mismo chico nos da la espalda mientras está de pie frente a un orinal, y Duchamp nos mira de frente).
 



William Kentridge
 
Los artistas siempre se mueven más rápidamente que las instituciones, y La Habana no es la excepción. No obstante que la Bienal es un lugar clave incuestionable para los artistas cubanos emergentes, soporta también el peso del letargo institucional (tanto en términos ideológicos como estéticos) que ha generado una serie de eventos al margen, organizados por los artistas mismos; y, a pesar de que esta Bienal estuvo mucho menos plagada de escándalos que sus predecesoras inmediatas, todavía fue el sitio de cierta controversia política entre los artistas y el Estado cubano, y fue precisamente en esos eventos al margen en donde terminó esta tensión. En Cuba, el clima para la expresión ha sido, por mucho tiempo, una historia complicada, y durante la última década, la situación ha empeorado; la censura de obras de arte y exposiciones ya no sorprende a nadie; incluso, en la última Bienal algunas obras fueron abiertamente retiradas de la arena pública. Desde entonces, probablemente como resultado de la motivación dual, originada, por una parte, en las restricciones políticas y, por otra, en la incipiente mentalidad empresarial entre los cubanos de diversos sectores, han surgido espacios para exposiciones y empresas privadas.

Los Carpinteros
 
Parece que para esta Bienal varios artistas jóvenes ya habían planeado tomar en arriendo casas privadas en la ciudad para montar exposiciones independientes de sus propias obras. Aparentemente, estas iniciativas no sancionadas finalmente atrajeron la atención desfavorable por parte de la policía que, según se informó, hostigó en repetidas ocasiones a un grupo de artistas cada vez que intentaban colgar sus obras; a tal punto, que el dueño de la casa se convenció de que no era prudente arrendársela. Esta actitud también influyó en el Ministerio de la Cultura, que proclamó, justo unos días antes de la apertura de la Bienal, que los artistas podían exponer sus obras únicamente en sus propias casas, y no en cualquier otro lugar privado adquirido para tal efecto [ 12 ]. Esto, a su vez, provocó un par de respuestas, incluyendo la de la Fundación Ludwig (que se ha convertido en un terreno propicio no oficial entre los artistas cubanos y la burocracia estatal), que se hizo cargo de algunas exposiciones. En esta forma, pasaron de ser iniciativas no oficiales a eventos casi oficiales, y se les permitió abrir sus puertas sin complicaciones, aunque el contenido crítico de las obras no hubiera cambiado [ 13 ]. En esta categoría estuvo la excelente exposición Realidad Virtual, que incluyó obras de los más prominentes artistas jóvenes del país, tales como Los Carpinteros, Abel Barroso, Thomas Glassford, Sandra Ramos, Osvaldo Yero e Ibrahim Miranda.



Sandra Ramos
 
Otros artistas organizaron diminutas exposiciones en su propia casa, como Luis Pablos, Luis Gómez y Andrés Montalván, quienes montaron una sucinta exposición en la sala de la casa de éste último. Las obras, como es típico de gran parte del arte cubano de unos años para acá, mezclaban la crítica de la retórica política con el vocabulario poético y visual de cada uno. Realidad virtual, de Pablos, era una diminuta foto de él con un dibujo a pluma del retrato icónico de Martí, superpuesto al vidrio de la foto, cubriendo la imagen en tal forma que las dos caras se alineaban cuando se las miraba de frente, pero se desalineaban cuando el observador se movía para verlas desde un ángulo ligeramente diferente. Espacio Aglutinador, tal vez la primera galería privada que se hizo valer en el ámbito de la pintura hace algunos años, continuó con su compromiso de presentar el nuevo y más riesgoso arte cubano.

Como de costumbre, la exposición organizada por el Instituto Superior de Arte estuvo animada y fue un elemento clave para el panorama de la Bienal. Este Instituto, en donde estudia la mayoría de los artistas del país, ha sido la fuente primaria del talento y de la controversia que ha caracterizado al arte cubano durante la última década. Este año, la obra de los estudiantes mostró a la vez una recia familiaridad con las corrientes más recientes de la práctica contemporánea, y una continuación del tipo de obra irónica y crítica que ha venido a tipificar gran parte del arte cubano desde mediados de los ochenta. Entre las obras más impactantes estaban los retratos satíricos del artista como vaca pintora, de Saidel Brito, y la monumental Alegoría, de Duviel del Dago Fernández.

Al suavizar su posición retórica original, la Bienal de La Habana puede estar perdiendo el tono que le ha dado una importancia de tantos años, a cambio de adecuarse más fácilmente al discurso internacional actual. Podría argumentarse que, ahora, con la proliferación de bienales, La Habana está en peligro de convertirse simplemente en un capítulo más de este emergente síndrome mundial de Rashomon, con su narración de casi la misma historia (del final del siglo/milenio; de la migración global; de los cambios en las identidades tradicionales; de las relaciones revaluadas entre el yo y el género y el otro y la historia) que relatan los otros. Sus organizadores han comprobado que una convincente posición mundial puede desarrollarse desde fuera de los círculos usuales de poder; me temo que, ahora, su tarea es defender los logros de su propio éxito, lo suficientemente bien como para preservar su voz y su distinción un problema de madurez. A cierto nivel, la Bienal de La Habana sigue siendo una fuerte y valiosa afirmación sólo en cuanto a su perseverancia el extraordinario hecho de su reaparición una y otra vez, a pesar de tan hercúleos obstáculos. No obstante, el propio momentum desacelerador de la Bienal, combinado con significativos cambios en el ambiente que la rodea, plantea imperiosos interrogantes acerca de su futuro. Por supuesto, el juego del »¿qué sucederá después?« es uno de los antiguos temas favoritos de los que observan a Cuba, pero el tema parece tener un significado particular a medida que la Bienal lucha por redefinirse y redefinir a su público y su posición dentro de una familia en crecimiento.

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Espacio Aglutinador
 
Notas

12. También se rumoró que un hecho orquestado por un artista argentino (y apoyado por muchos otros), durante la ceremonia de apertura, y que consistió en el lanzamiento desde el aire de pedacitos de papel con citas de varios artistas, incluido un exiliado cubano, pudo haberle dado a las autoridades la idea de que era necesario refrenar la Bienal.
13. Parece que el espíritu empresarial es desaprobado tanto en las artes como en la economía, para evitar que el sector privado crezca y se convierta en una competencia real para el Estado. Los restaurantes privados (»Paladares«, por ejemplo) que se encuentran en todas partes son sometidos constantemente a cambios en las regulaciones y las tasas de impuestos, lo que, efectivamente, les impide afianzarse como empresas estables.

 
Véase también:

6ª Bienal de La Habana


Gran Reporte de
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