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Luis Camnitzer:    Carta desde Porto Alegre ( III - fin )
La Bienal del Mercosur es una respuesta potencial al problema. Al enfocar el arte en la forma rigurosa en que aquí lo hace Morais, evitando las divisiones nacionales y organizando un tejido expresivo en vertientes, se busca una configuración identificable. Pero el Mercosur mismo es solamente una fracción regional de América Latina. Compuesto por Argentina, Brasil, Paraguay y Uruguay, hay algunas razones históricas (el formato de la colonización y ciertas relaciones de guerra) para unificar a estos países [ 6 ]. Con la adición de Bolivia, Chile y Venezuela, la lógica de la selección se hace aún más tenue y da como resultado una fragmentación de América Latina, basada en la predisposición de algunos gobiernos para firmar los documentos mercantiles correspondientes. Es así como esta Bienal, de hecho, parece sustituir los viejos criterios identificables de etnia y nacionalidad por criterios de producción y consumo.

Se puede especular, ahora, con la posibilidad de que NAFTA (el acuerdo regional de Canadá, EE.UU. y México) organice también una bienal basada en su propia esfera de producción y de consumo. Con las diásporas imperantes surge entonces la pregunta obvia: ¿Dónde expone un artista uruguayo que vive en Nueva York? Si la definición está dada por el mercado en el cual funciona, el lugar claramente sería NAFTA. Si la identidad se basa en la región cultural en donde se formó el artista, el lugar claramente sería Mercosur. Y sí, también podría exponer en ambas. Pero eso significaría aceptar que el arte es globalizable, posición antigua (premulticulturalista y anterior al reconocimiento de los derechos étnicos) de los centros hegemónicos. Es también la posición que niega la posibilidad de una bienal con características identificables, como lo sería una bienal latinoamericana o, para el caso, lo que en cierta manera quiere hacer la Bienal del Mercosur.

Dentro de estos parámetros, las bienales de Venecia y de São Paulo son claras en su posición inter-nacionalista. Ambas son herederas de las ideologías del siglo pasado, en donde todo se concentraba en la competencia de países. La Bienal de Venecia comenzó en 1895 y la recreación de los Juegos Olímpicos en 1896, y ambos eventos fueron cortados por el mismo molde. Más tarde, la de São Paulo nació copia de la de Venecia. La Bienal de La Habana fue optando, en un proceso evolutivo, por representar la etnicidad y la marginalidad. La de Mercosur representa las nuevas contradicciones que surgen en el día de hoy.

Rubens Gerchman: El Juicio
Rubens Gerchman
y documentación
Morais planeó claramente la Bienal como una bienal latinoamericana. La historia, las raíces culturales, los propósitos políticos y estéticos, todos están allí claramente articulados y bien concebidos. El arte no está organizado por países sino por vertientes: la política (norte a sur, una corriente que va del muralismo mexicano de las primeras décadas hacia el cono sur de los años 60-70), la constructiva (el abstraccionismo, que va de sur a norte) y la cartográfica (el mapeo de identidades que se da continentalmente). A eso se agrega el último lustro, dedicado al arte joven, y otras muestras satélites. Se trascienden correctamente las divisiones arbitrarias que trazan las fronteras geográficas. Se busca el flujo cultural que muestra las coherencias y las diferencias del continente. Pero la comercial-geográfica amputó la empresa. No es que Colombia, para elegir un país ausente, no esté representada. Es que Colombia falta para que el panorama tenga sentido, como faltan todos los países del continente que no están.

La Bienal del Mercosur es la segunda gran exposición latinoamericana generada en Latinoamérica [ 7 ]. Es también la más grande y ambiciosa, solamente comparable a America The Bride of the Sun, organizada por el Museo Real de Amberes en 1992. Pero mientras que esta última pretendió dar un panorama total del arte postcolombino, la Bienal se limita a enfocar en lo que en términos hegemónicos pueden llamarse arte moderno y postmoderno. El material presentado es fascinante, pero solamente tiene sentido si el visitante rellena los vacíos con sus conocimientos. Como, además, la muestra logra presentar artistas y obras poco conocidas y sorprendentes, la frustración es aún mayor porque apunta a la potencial ignorancia dentro de lo que uno conoce.

Luis Camnitzer
Luis Camnitzer
Dentro de su doble falta de compleción, antes de la inauguración la Bienal revelaba ya artistas. Entre ellos está Ignacio Soler (Paraguay), representado con sus pinturas militante-naif. La obra de João Câmara Filho (Brasil) consiste en una revisión personal de la »Nueva Objetividad« alemana (Neue Sachlichkeit) aplicada a la historia del Brasil, que culmina en el suicidio de Getulio Vargas. Waldemar Cordeiro (Brasil), quien tiene una pequeña muestra en la vertiente constructivista, ofrece un extraño eslabón perdido entre el arte pop y el conceptualismo, con su obra Popcreto. El constructivismo uruguayo aparece en una muestra sintética y, sin embargo, más que correctamente representativa. Hay también curiosidades folclóricas e ineludibles, como la geometría andina de Vergara Grez (Chile).
João Câmara Filho
João Câmara Filho
De las generaciones intermedias se podían ver las instalaciones de Carlos Capelán (Uruguay) y Cildo Meireles (Brasil). El primero, tratando (infructuosamente) de separarse de su trayectoria de dibujante, roció un espacio con leche, vino y Coca-Cola, y lo llenó con pilares de madera y un sofá que sienta al espectador de espaldas a un mural dibujado en su estilo característico. El segundo reeditó su pieza Misión/Misiones: Cómo construir catedrales. Creada hace diez años, había sido inaugurada en el mismo lugar (la rectoría de la Universidad de Rio Grande) en donde está expuesta ahora. De la generación más joven se iban destacando los pequeños objetos y esculturas de Efraín Almeida (Brasil), las fotos digitalizadas de Keila Alaver (Brasil), las instalaciones morbo-científicas de Rosa Velasco (Chile) y la obra 1950, de Pablo Conde (Uruguay).
Cildo Meireles
Cildo Meireles
La obra de Conde queda como símbolo del potencial positivo del espíritu de Mercosur. Un muro deteriorado sostiene un mural incompleto de mosaico. La imagen es una foto del equipo uruguayo que ganó el campeonato mundial de fútbol en el Maracaná, venciendo a Brasil. El evento se ha convertido en definitorio de la identidad y la autoestima uruguaya. A casi medio siglo de distancia, adquirió la misma importancia que Waterloo tiene para Inglaterra. En la obra de Conde, en el atrevimiento de ponerlo en tierra brasileña y en su deterioro, la memoria del partido es una meditación sobre las historias parciales desleídas e invalidadas por el tiempo. Es una ofrenda para la posible desaparición de los nacionalismos.

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Pablo Conde
Pablo Conde


Notas
6. El poeta chileno Vicente Huidobro había sugerido, en 1933, la creación de la República Andesia integrando a Bolivia, Chile, Paraguay y Uruguay para frenar la hegemonía norteamericana en el continente.
7. La primera fue Ante América, muestra curada por Gerardo Mosquera, Carolina Ponce de León y Rachel Weiss, que comenzó en Bogotá en 1991 y luego viajó por los EE.UU. y Costa Rica.
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