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Gerardo Mosquera

Datos biográficos

de una entrevista con Gerhard Haupt

G.H.: ¿Que te pareció esta Bienal en comparación con la anterior?

G.M: El problema es que no pude ver la Bienal en su totalidad. Tuve que partir para Amsterdam el día 7 y estaba muy ocupado preparando este viaje, y en los pocos días después de la inauguración me encontré con mucha gente que había venido a La Habana. Visité el Morro y la Cabaña, en donde sólo pude ver parte de las obras porque por una inexplicable razón cerraron los espacios de exposición demasiado temprano, lo que confirmó en parte mi impresión de una cierta desorganización. También en el Centro Wifredo Lam ví tan sólo una parte. Por ello no sería serio de mi parte dar un juicio general.

En el Morro y en la Cabaña me pareció que que había artistas que estaban abordando el tema de una manera un poco convencional, repetitiva: muchas fotos viejas, muchos recuerdos de familia, este tipo de cosas que puede ser bastante banal. Visualmente daban una visión un poco aburrida, pero desde luego había también obras muy impactantes.

G.H.: En esta Bienal participaron artistas como Christian Boltanski, Braco Dimitrijevic y Bill Woodrow, que no cuadran con el concepto original de la Bienal de presentar arte del »Tercer Mundo«. ¿Te parece que hay un cambio de orientación?

Braco Dimitrijevic G.M.: Bueno, no sé, sigue siendo la mayor parte dedicada a los artistas del »Tercer Mundo«, lo que es la razón de ser de la Bienal. Pero no sé porqué invitaron a estos artistas y me gustaría saberlo. Quizás como invitados de honor, lo que me resulta un poco extraño. Tampoco es cuestión de decir que la Bienal es como una sociedad secreta en donde no puede participar nadie que no tenga un pasaporte del Tercer Mundo. Puede haber artistas como invitados especiales en la medida en que su obra esté vinculada de alguna manera con las problemáticas que se plantea el Centro Wifredo Lam o la Bienal en sí. Me parece que hay que ser flexible. Pero lo que sí resulta un poco chocante es el tratamiento que se le da a estas figuras como una especie de estrellas.

G.H.: ¿No es un poco una contradicción? La Bienal se establece como un espacio independiente de los mecanismos internacionales del mainstream, pero a la vez se esfuerza por ser reconocida en estos circuitos.

G.M: Por supuesto, es decir, la idea original de la Bienal era siempre dar a conocer artistas que estaban trabajando fuera de los centros, creando un espacio de conexión horizontal, lo cual no excluía establecer conexiones en el sentido Norte - Sur, pero no era precisamente buscando legitimación sino buscando incidir en estos circuitos. Es una cosa totalmente diferente tener una presencia activa en ellos que someterse a sus reglas. Por eso pienso que hay una tensión sutil pero decisiva en cuanto a cómo la Bienal puede abordar esto y no convertirse en una vitrina para los curadores y los críticos de los centros como para una especie de »scouting« del »Tercer Mundo«.

G.H.: Paralelamente a la Bienal se llevaron a cabo muchas exposiciones de arte cubano. Fue muy interesante ver que muchos artistas convirtieron sus casas y ateliers en galerías privadas temporarias. ¿Porqué el visible temor por parte de los organismos estatales frente a estas iniciativas?

G.M.: El hecho en sí de que los artistas hayan tomado esta iniciativa es muy notorio, porque habla de una postura más activa, más independiente. Hay siempre un temor en estos regímenes autoritarios para actuar independientemente, un hábito mental de no tomar iniciativa porque la gente no ha sido educada para eso. En estas exposiciones privadas veo un indicio de un cierto despertar de la sociedad civil en Cuba, de buscar otros caminos fuera del marco institucional. Muy interesante fue ver que su intención no fue como una declaración a la manera de un "salón de los rechazados" de la Bienal sino simplemente para mostrar su trabajo artístico al público internacional. No obstante el ministerio de cultura llegó a dictar una esolución prohibiendo el desarrollo de estas actividades, siempre y cuando no fueran en la propia casa de los artistas, porque, bueno, tampoco pueden prohibir realmente que se haga algo en la propia casa. Esto da cuenta del temor del poder estatal en relación a estas iniciativas.

Tania Bruguera Incluso hubo mucha presión sobre la gente que siguió adelante con esta propuesta. Tania Bruguera, por ejemplo, recibió la visita de dos policías cuando terminó su performance, porque había organizado una fiesta a continuación. Por suerte ella había sacado para ello un permiso en la estación de policía, así es que no pudieron hacerle nada. Los que organizaron la exposición »Zona Vedada« en aquella casa, reacondicionada temporariamente como galería, a pesar de que fueron finalmente acogidos un poco por el Centro Ludwig, también tuvieron que sufrir un hostigamiento continuo de la policía. Finalmente les prohibieron realizar la fiesta que tenían planeada en ese lugar. En estas exposiciones se vieron sin duda algunas de las cosas más intersantes de la Bienal. Un momento muy alto, casi un hito, no solamente desde el punto de vista artístico sino implicando a la vez otra serie de cosas, fue el performance de Tania Bruguera. En aquél barrio muy popular, un poco marginal de la Habana Vieja ella abrió su casa a la calle, dando una impresionante performance de comer durante 45 minutos tierra cubana. La gente de la calle, del bar de enfrente terminó mezclándose con el público internacional.

G.H.: Llamó la atención la actitud crítica de muchos artistas...

Lázaro Saavedra G.M.: Siempre está presente, pero existe incluso el peligro de que se convierta en una especie de marca de exportación, que se juegue con esto con el fin de ser atractivo para ciertos coleccionistas o para la prensa. Pero en realidad muchos de los artistas serios como Tania, Lázaro Saavedra o Fernando Rodríguez, siempre lo han hecho desde adentro como una posición personal. La obra de Lázaro, por ejemplo estaba en el lugar en donde fusilaban a la gente en la Cabaña. Posiblemente sea ésto lo más interesante por su relación con el lugar y en tocar un tema tabú en Cuba.

G.H.: Tu eres curador de una de las exposiciones de la próxima Bienal Africus de Johannesburgo. ¿Como ves a Africus en el contexto internacional y en relación con La Habana?

G.M.: El concepto de Okwui Enwezor me parece sumamente interesante, porque introduce algunos cambios apartándose un poco del concepto del s. XIX de las Bienales ligadas a las grandes ferias industriales europeas. Su proyecto rompe con el concepto de »gran salón« y de participación por países. Aquí se trata de un conjunto de exposiciones curadas, y organizadas de acuerdo con un concepto que aborda la problemática del debate contemporáneo.

Esto me parece una proposiciónmás modesta, más concentrada, más discursiva, que se mueve en cierta dirección de lo que yo quería hacer en la Habana, cuando estaba todavía en el Centro Lam, porque yo quería eliminar el "gran salón" y hacer la bienal como un conjunto de exposiciones curadas, y a la vez enfatizar más la programación general, los encuentros teóricos, los talleres, publicaciones, etc. Realizar la bienal de una forma más abierta, y no solamente en el sentido de un »gran salón«.
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Gerardo Mosquera Gerardo Mosquera
Crítico e historiador de arte, escritor, curador, entre otros del New Museum of Contemporary Art en Nueva York. Autor de numerosos libros, colaborador de revistas de arte en todo el mundo, como Casa de las Américas, Art Journal, Third Text, Poliéster, Kunstforum, Art Nexus. Conferencias en Africa, Europa, América Latina y EE.UU. Reside en La Habana.

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