índice no. 12
José Roca
Reflexiones críticas desde Colombia

2 de marzo de 1999
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La semana pasada publiqué en el periódico El Tiempo un breve artículo que llevaba por título »Voluntad artística, concepto y ejecución«. Dado lo exiguo del espacio en la prensa escrita, algunos tópicos se quedaron sin desarrollar. A continuación transmito el texto completo, que toma la exposición de Nadín Ospina que actualmente se presenta en el MAM de Bogotá, como pretexto para desarrollar un argumento en torno a cuestiones relacionadas con la originalidad en la práctica artística contemporánea, así como - tangencialmente - el problema de los derechos de autor. Algunos días después de la publicación del artículo, recibí una carta de Antonio Díez, uno de los pintores que trabajó con Nadín Ospina en el proyecto »Viaje al fondo de la tierra«, en el cual se refutan algunos de los puntos de mi texto. La publico también.

Debo aclarar que mi posición personal respalda la de Ospina en el sentido conceptual, independientemente si esta posición está en concordancia con la legislación colombiana vigente sobre derechos de autor, pues considero que el acto creativo individual de los artistas concertados por Nadín Ospina para la realización de las obras está sin duda alguna enmarcado en el acto creativo mas amplio que supone el proyecto para el cual fueron contactados, y hasta donde he podido averiguar, las condiciones estuvieron claras desde un principio. Convendría tal vez que los demás artistas que trabajaron para Nadín Ospina corroboren o desmientan en este foro los argumentos de las partes. Dado que me parece que es un tema que atañe a toda la comunidad artística, pongo la discusión a consideración de los participantes en la Columna, quienes tal vez a través de sus experiencias personales, o con ejemplos de otros contextos puedan enriquecerla.

Le he pedido a un abogado especialista en el tema de propiedad intelectual que actúe como moderador de la discusión, aunque estoy convencido que ciertas prácticas contemporáneas como la cita, el desplazamiento y la apropiación rebasan los parámetros que fija la ley, y es esta especificidad la que debería discutirse.
Nadín Ospina Nadín Ospina
Obra de la exposición

Voluntad artística, concepto y ejecución

(Artículo publicado en El Tiempo)

El 18 de febrero pasado se inauguró en el Museo de Arte Moderno de Bogotá la exposición »Viaje al fondo de la tierra« del artista Nadín Ospina, la cual reúne obras de los últimos seis años. La exposición trasciende valores puramente formales para adentrarse en tópicos que ponen en cuestión algunos de los conceptos asumidos del arte moderno: la autoría, los referentes culturales, la cita, la originalidad, la factura, la figura del artista creador.

Una de las preguntas planteadas por Marcel Duchamp al incluir un orinal en el contexto de un museo, era ¿quien hace la obra? La respuesta moderna es obvia: el artista. Sin embargo, Duchamp contradice: no, es el museo, su acción validatoria lo que le confiere a un objeto dado su estatus social de obra de arte. Nadín Ospina lleva a extremos perversos la respuesta a esta pregunta. Para las primeras obras de la exposición, el artista contrata a falsificadores de piezas precolombinas (hay que anotar que en el país existe un enorme tráfico de falsificaciones), y les encarga la realización de cerámicas y piezas en piedra, que son hechas con los materiales y las técnicas ancestrales, pero introduciendo sutiles variaciones en la iconografía. En una labor sincrética, se incorporan los rasgos precisos de figuras que provienen del imaginario infantil, como Mickey Mouse, el pato Donald y particularmente Bart Simpson, la popular serie concebida para adultos, en la cual la crítica mordaz a la banalidad de la sociedad mediática y de consumo norteamericana es una constante.

En la última sala de esta exposición se presenta la serie que le da título a la exposición, producto de una beca otorgada por la Fundación Guggenheim. El artista tuvo la intuición de realizar este proyecto a partir de la exposición »Tras las huellas«, presentada en la Biblioteca Luis Angel Arango en 1996, que mostraba documentos y objetos recolectados, realizados o encargados por los viajeros Stübel y Reiss como resultado de un viaje por América con intenciones arqueológicas y etnográficas. Una de las cosas que le interesaron particularmente a Ospina fue el hecho de que gran parte de los dibujos que reproducían la flora, los tipos humanos, los objetos arqueológicos y el paisaje habían sido realizados por dibujantes profesionales en Europa, que jamás visitaron los territorios que con tanta precisión (a partir de descripciones y esquemas) ilustraban.

De allí surgió la idea de encargar a pintores profesionales la realización de obras bidimensionales (pintura y dibujo) en las cuales se incorporaban los mismos elementos formales que en el trabajo en cerámica desde diferentes estéticas (Zurbarán, los grabados del inca Guaman Poma, etc), en un trabajo conceptualmente inverso al arqueológico: inferir una realidad (en este caso inexistente) a partir de sus supuestas representaciones.

Actualmente existe un litigio respecto a la autoría de las obras de Nadín entre el artista, quien define los parámetros conceptuales, concibe formalmente las obras y da instrucciones precisas para su realización, y uno de los ejecutores de las mismas, quien alega una co-autoría. Nuestra ley no se basa en precedentes sino en doctrina; pero si se llegara a fallar en contra del artista gracias a una ley de derechos de autor mal formulada o mal interpretada, se estaría abriendo una peligrosa brecha por la cual podrían colarse otras reclamaciones infundadas, como por ejemplo aquellos operarios que funden piezas en bronce para un artista, o que ensamblan sus esculturas.

Los derechos morales sobre un acto creativo son irrenunciables, pero ¿donde está el límite que separa un encargo preciso y la instancia creativa implícita en su realización? Es evidente que la diferencia radica en la voluntad artística. Una vez se le preguntó a un asistente de Richard Long, el artista inglés del movimiento Land Art - quien trabaja con piedras, cortezas y otros materiales genéricos - si un guijarro que le mostraban era un Long original. Su respuesta fue diciente : »si fue vendido por la galería D'Offay y tiene certificado de autenticidad, entonces si. si no, no«. Una piedra no es igual a otra piedra.

Hay numerosos ejemplos de apropiación de la obra de otros creadores por parte de artistas contemporáneos. Algunos casos muy conocidos: Jeff Koons, quien toma imágenes kitsch y realiza interpretaciones escultóricas de las mismas (conviene anotar que la justicia norteamericana falló en contra suya en uno de los casos); Cindy Sherman, quien se apropia de la estética genérica de los filmes norteamericanos serie B, o el caso extremo de Sherrie Levine con sus utilizaciones literales de la obra de Rodchenko o Edward Weston, las cuales apropia como obra suya.

Sin embargo, el caso que me parece mas adecuado es el del artista Mark Kostabi. Cito al crítico James Gardner: »(...) su propuesta es conseguir que los demás pinten para él sus propias imágenes en Kostabi World, su fábrica de la parte baja de Manhattan. Un equipo de seis personas produce entre cinco y diez cuadros a la semana y Kostabi los vende por un precio de entre 10.000 y 50.000 dólares. En sí mismo esto no es inusual. Frank Stella, por citar sólo el ejemplo más eminente, emplea toda una falange de aprendices para llevar a cabo sus ideas pictóricas. Lo que distingue a Kostabi y constituye su contribución definitiva al arte es el hecho de que ni siquiera las ideas son suyas, pues también emplea a otros para que las generen. Lejos de ocultar este hecho, ha hecho de él el sello de su éxito. Un anuncio publicado en el Village Voice dice: 'asistente de ARTISTA. Se buscan artistas inventivos para que proporcionen IDEAS para los cuadros de Mark Kostabi. 7 dólares hora'. De este modo Kostabi se sitúa al lado de Mike Bidlo y Sherrie Levine en la ya vieja tradición de los artistas que ponen en cuestión las ideas tradicionales de originalidad y creatividad.«

La diferencia esencial con el caso Ospina radica en que, mientras Levine y Kostabi toman una distancia irónica con el fin de poner en cuestión la originalidad, Nadín Ospina trabaja con la intención de generar un trabajo colectivo que simule en su estética los resultados »arqueológicos y etnográficos« de un viaje que jamás se realizó, invirtiendo la posición de su referente, el trabajo de Stübel y Reiss. En este sentido es claro que todos los artistas que trabajan con Nadín ponen su creatividad al servicio de un acto creativo que les antecede y les sirve de marco, y que la obra no son los cuadros individuales, sino el proyecto global.

El asunto con la obra de Nadín Ospina y su sub-ejecutor se puede resolver si se invierte el argumento: Si este último pinta sus propios cuadros, ¿se trata de un Nadín Ospina? ¿tendrán el mismo valor en el mercado? la lógica y el sentido común terminarán por imponerse en este interesante impasse, que pone en evidencia las complejidades inherentes al ejercicio del arte contemporáneo.

José Roca

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Carta de Antonio Díez y respuesta de José Roca,1999

Asunto Ospina - Díez, 2001 - documentos:
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Demanda de Antonio Díez

Contestacion de Nadin Ospina

Imágenes

José Roca, Textos de Nadín Ospina y Antonio Díez
13 de noviembre de 2001

José Roca, comunicación de Antonio Díez
20 de nov. de 2001

Nadín Ospina,  26 de nov. de 2001

Antonio Díez,  26 de nov. de 2001

Juan Fernando Vélez, Gabriel Castillo
27 de nov. de 2001

Nadín Ospina: Respuesta a Gabriel Castillo
28 de nov. de 2001

Antonio Díez,  30 de nov. de 2001

Lucas Ospina,  30 de nov. de 2001

José Roca, Juan Sebastián Ramírez
1 de dic. de 2001

Patricia Cairoli,  2 de dic. de 2001
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