índice no. 13  -  Comentario

9 de abril de 1999

Retransmito la respuesta de Lucas Ospina, uno de los organizadores de la exposición »El traje nuevo del Emperador« al comentario de Jonás Ballenero, de OJOTRAVIESO.

En cuanto a los comentarios que me tocan (»Con la excepción de Víctor Laignelet, José Roca y Antanas Mockus, por su respetable trayectoria y sus aportes a este evento (no me explico aún como se han prestado para él) no citaré ningún otro nombre, por respeto a mi memoria«), debo hacer algunas precisiones.

En primer lugar, no puedo sentirme honrado por el concepto en que al parecer me tiene Ballenero, pues no entendió el sentido de mi texto - que era crítico con el evento a la vez que defendía su derecho a existir - en el cual traté de evidenciar que mucha de la crítica de arte que se hace hoy en día pretende, cándidamente, mostrarnos que el Emperador está desnudo, cuando en realidad la ficción que plantea el cuento se hace real en ella: o es inepta, o no es digna de su cargo. A mi modo de ver, el cuento del Traje nuevo del Emperador no tiene nada que ver con la moda ( y en ese sentido considero que muchas de las propuestas de la exposición caen en lo literal, pero por una mínima ética no podría escribir una nota crítica sobre un evento en el cual soy participante). Se trata, evidentemente, de una alegoría irónica a las llamadas imposturas intelectuales. Una de ellas es, en concepto de muchos, el arte contemporáneo, el cual es atacado por no corresponder a las expectativas generadas por lo que comúnmente se considera »arte«. Es decir, que se aplica un sistema crítico que no corresponde a la lógica de lo que se critica. Es como si se criticara la poesía actual por su falta de rima, o a la música atonal porque las armonías no corresponden. Pienso que el evento del Planetario debe ser entendido como un evento en el cual los participantes reaccionan a una propuesta desde distintas ópticas, y es en la confrontación de cada respuesta en donde comienza a darse el sentido.

José Roca


Lucas Ospina: ¿Esta desnudo? ¿Esta vestido?

Agradecimiento

Como uno de los organizadores de la exposición »El Traje del Emperador«, agradezco la intervención de Jonás Ballenero, de Ojo travieso, con sus a veces afilados, a veces no tan afilados, comentarios sobre la exposición . Agradezco, porque es saludable que en medio de tanto »éxito« (»tus éxitos, éxitos pasajeros« como dice un tango), oír comentarios adversos, es más, es absolutamente necesario, pues por lo general, las réplicas abiertas toman el rumbo de la adulación y de tanto comer cuento, uno se enferma, y luego, viene una frase a manera de lápida »el que sube como palma cae como coco«, moraleja que en medio de tanto destello de intelectualidad proporciona un certero retrato del artista adolescente. Así que la voz de Jonás, puede traducirse como la voz de una conciencia (aprovecho este punto para advertir a Jonás de los riesgos que implica un seudónimo, pues aunque a veces los seductores procedimientos implementados por Batman o por Supermán se hagan necesarios, también es cierto que yo mismo podría ser quien se esconde detrás de Jonás impulsado únicamente por un »autoafán« de controversia).

1. Indigestión, la exposición no fue curada

El martes en su columna del periódico El Tiempo José Hernán Aguilar en un »inteligente« artículo se refería levemente a la exposición considerándola pobremente concebida. Dice: »los curadores piensan que hacer una exposición es llamar a los amigos (y uno que otro enemigo) y decirles 'hágame una obrita, el tema es tal'.« En su tónica coincide el crítico con la crítica de Jonás Ballenero. Ambos se sitúan dentro de un nivel artístico que difícilmente la exposición »El Traje del Emperador« podría alcanzar, puesto que el círculo sobre el que se ubica el evento, no corresponde al círculo sobre el que se encuentran parados los dos sujetos en cuestión. El infierno del arte es un lugar muy grande como para pretender que todos estemos ubicados en un estrecho purgatorio.

Afirmo, la exposición no fue curada, fue organizada. No es ésto un sofisma de distracción, no pienso mediante el uso de un juego de palabras (curar-organizar) evadir responsabilidades.

2. La curaduría no es una Cena

Se quiere hacer una cena, un evento social, se piensa en un tema, los invitados deberán llevar una prenda de ciertas características. Luego, ¿a quién se invita?, el criterio de selección corresponderá a las propiedades de la conversación de los invitados, se piensa en los puntos en común, en las diferencias. A medida que van llegando los personajes, a éstos se les ubica buscando un contraste con respecto al conjunto de los otros invitados, a veces es un contraste ligero, a veces es notorio, a veces es de forma, a veces es de contenido. No se sabe como va a resultar el acto, tal vez sea un éxito, tal vez sea un fracaso, tal vez será una cena que caerá en el olvido como muchas otras.

La organización de la exposición se limitó a esto, a organizar una cena, no se hizo lo que hace el curador, que consiste en ir a la casa de unos distinguidos y pulidos invitados y escogerles la ropa que van a llevar puesta.

3. La casa estaba desordenada (San Victorino tenía su encanto)

Si, lo admito, aquí faltó exagerar. El montaje quedó a medias, se quería más caos. Se quería el desorden de un almacén de tapetes persas, se quería que las obras interfirieran unas con otras; un lugar donde esa pasión puritana por el montaje minimalista, en el que cada obra queda aislada en una órbita solitaria de diez metros, se viera menguada por un caos más cercano al de los buses de la carrera décima que al del paseo (todavía imaginario) de los metrobuses por la carrera quince. Pero, por falta de tiempo, por improvisar, por caos, el caos no estuvo tan caótico.

4. Síntomas de una moraleja

Reconozco el peligro de afirmar »yo pinto mal para evidenciar la mala pintura«, sin embargo, me voy a aventurar a decir »la fábula El Traje del Emperador evidencia los síntomas que se dieron en la exposición«. No deja de ser revelador que en un mismo día estuvieran programados tres magazines de la televisión para hacer unas sosas notas sobre la exposición, o que el día de la inauguración, a través de la pasarela del evento, desfilaran más de 200 personas incluidas algunas figuras de la farándula. También, puede ser un dato revelador, la reseña a lo sucedido con los trajes de la cantante Andrea Echeverry en la leída sección Teléfono Rosa de la edición dominical del periódico El Tiempo.

Con respecto a las obras, puede sorprender (o dejar de sorprender) su carácter ligero, romántico, banal, bello. Se asumió que la inclusión de la Fábula tal vez correspondía más a un truco publicitario que a un mecanismo de pensamiento. La mayoría de las obras se remitieron »al cruce las palabras arte y moda« como lo decía la convocatoria, y no pensaron el guiño malicioso con que la fábula los interpelaba. Cito a Jonás: »Si bien la intención parece ser la de mostrar al rey desnudo, sucede lo contrario. El rey se viste de conceptos, objetos y demás accesorios dudosos, con un traje más ilusorio y mentiroso.« Sinceramente, todavía no resuelvo el asunto, ¿El Rey esta desnudo?, ¿El Rey esta vestido?. Se oyen respuestas.

5. Dos citas

»El arte es lo más elevado y lo más repulsivo al mismo tiempo, dijo. Pero tenemos que convencernos de que existe el arte elevado y elevadísimo, dijo, porque si no, desesperamos. Aunque sepamos que todo arte acaba en la torpeza y en la ridiculez y en la basura de la Historia, como todo lo demás, tenemos que creer con toda seguridad en el arte elevado y elevadísimo, dijo. Sabemos lo que es, un arte chapucero, fracasado, pero no podemos admitir siempre que lo sabemos, porque entonces nos hundimos inevitablemente, dijo. «

»Finalmente no encontramos ya ningún placer en el arte, como tampoco en la vida, aunque sea muy natural, porque con el tiempo hemos perdido la ingenuidad y, con ella, la tontería.« Thomas Bernhard, Maestros Antiguos, Alianza Editorial

Lucas Ospina

Sus comentarios pueden mandar directamente al eMail: columnadearena@egroups.com

 Columna 13



©  Texto: Lucas Ospina, Columna de Arena: José Roca

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