índice no. 13  -  Comentario

22 de junio de 1999

En el mismo número de la revista El Malpensante (no.16) en que se publicó la respuesta de Andrés Hoyos a mi columna, se publicó la siguiente carta de Guillermo Santos.

José Roca


Guillermo Santos: Una roca arenosa

Escribo en referencia al artículo de José Roca titulado »columna de arena: para abrir un debate«, aparecido en la última edición de su revista. Tal parece que Roca nos prodiga sus »autorizadas opiniones« en la prensa, la radio, la televisión, el internet y ahora incluso en las revistas literarias. El punto que aparentemente está en juego es la defensa a ultranza que hace el columnnista de lo que se ha dado por llamar »arte contemporáneo« (para diferenciarlo de... ¿qué? ¿no es Roda contemporáneo nuestro? ¿y Botero?). En estos días, la obra de arte pura ha sido llevada hacia un contacto inmediato con la vida cotidiana; se ha hecho un intento de transformarla totalmente, de hacer de ella el medio para las aspiraciones estéticas de »la casa«, mientras que esta función le pertenece en rigor a la casa misma y a los objetos utilitarios que ella contiene. Hemos tratado de popularizar la más alta expresión de la cultura, algo solamente significativo cuando se aplica a propósitos más sublimes; el arte es algo cuyo deleite es inconcebible sin una cierta solemnidad, o, por lo menos, sólo para ser logrado en momentos de un cierto desprendimiento. Lo único que hemos logrado es vulgarizarlo. Ejemplo de ello es la exposición que actualmente se presenta en la Luis Angel Arango, que con el pretencioso título de »Amnesia« nos quiere persuadir que los vasos de vidrio que encontramos en las cafeterías, un montón de tierra con dos loros y un discurso grabado del Che Guevara, tres camas del Pasaje Rivas y un mapa arrugado y cortado en círculos concéntricos - por citar algunos de los »más destacados« - son las obras de los mas relevantes artistas que ha producido América Latina en la última década. Amnesia quiere »bajarnos del monte« con espejitos, en este caso realizados por el único colombiano en la muestra, el caleño Oscar Muñoz. Todos estos artistas, aparentemente, quieren acercar al público hablándoles con lo que suponen es su idioma, los objetos cotidianos.

Esta es la fuente del gran error que retrasa nuestra cultura artística. Damos vueltas en círculo vicioso en torno a la obra de arte contemporánea. El arte quiere ser libre -¿pero libre de qué? Los innovadores olvidaron que la libertad implica aislamiento. En su impulsiva vehemencia, el arte ha hecho a un lado los elementos que lo hacían indispensable a la gente. El arte actual solamente es accesible a una minoría; su disfrute presupone un anormal refinamiento de percepción estética, el cual ha devenido tan difícil de encontrar como el genio mismo. Hoy en día, uno no solamente debe tener un montón de plata para comprar arte, sino que debe ser una criatura excepcional, con dones particulares, para poderlo disfrutar. El arte existe sólo para unos pocos, y éstos están lejos de ser los seres más admirables del planeta; más bien muestran los rasgos que caracterizan la degeneración.

Hoy en día, la altura del carácter o de la inteligencia ya no son esenciales para la comprensión del arte. La cultura artística contemporánea puede a duras penas seguir siendo considerada como un elemento indispensable de la cultura, por la simple razón que ha cesado de jugar un rol relevante en el organismo general.

La incomprensibilidad del arte contemporáneo para el público general se ha querido tapar con un velo de exposición pretenciosa. La cantidad de charla y escritura sobre arte hoy en día excede todas las demás épocas juntas. Como bien lo anotaba un crítico alemán, el incremento de sociabilidad que se desprende del dinero hizo necesario en el pasado inventarse formas de ocupar las energías improductivas. La cháchara sobre arte se convierte en una forma muy popular de distracción: no requiere una preparación especial, ni esfuerzo alguno, y, lo mejor de todo, ¡puede ser practicada en cualquier medio!. Este es el final de la historia del arte, tal y como lo entendieron los maestros que respetamos colectivamente. Tenemos, por lo menos, el consuelo de que no podemos caer más bajo. El arte, que una vez fue el símbolo de lo más sagrado, algo que infundía un respeto reverencial, se ha convertido en la diversión para un momento ocioso; la »iglesia« es ahora un puesto de feria; los antiguos devotos se han trocado en frívolos demagogos.

Sus comentarios pueden mandar directamente al eMail: columnadearena@egroups.com

 Columna 13



©  Texto: Guillermo Santos, Columna de Arena: José Roca

Presentación en internet: Universes in Universe - Gerhard Haupt & Pat Binder
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