índice no. 17
José Roca
Reflexiones críticas desde Colombia

26 de octubre de 1999

Actualmente se presenta en la Alianza Colombo Francesa de Bogotá, sede norte, la exposición Nombre Propio de la artista Johanna Calle. Esta exposición es la primera de una serie de nueve muestras individuales de tres semanas de duración cada una, que incluye a los artistas Germán Martínez, Delcy Morelos, Patricia Bravo, Jaime Avila, Lucas Ospina, María Fernanda Zuluaga, Gloria Posada y Guillermo Marín, quien realizará una acción plástica de tres días. Los artistas fueron seleccionados por un grupo de curadores conformado por Carmen María Jaramillo, María Iovino, Jorge Jaramillo y José Roca. En Junio del año entrante se entregará un premio con base en el resultado de las exposiciones, consistente en un viaje a Francia. El breve texto que sigue presenta la obra en el plegable que acompaña la muestra.

José Roca


Johanna Calle / nombre propio

A través de una insistencia en el dibujo y la pintura, Johanna Calle ha desarrollado una obra seria y reflexiva, que señala de manera incisiva ciertos síntomas del malestar social que sufre nuestro país desde hace ya un tiempo largo.

Johanna Calle

En una etapa previa a su trabajo actual, Calle apropió imágenes de periódicos o revistas en las cuales aparecían niños con problemas diversos, que iban desde las malformaciones congénitas - que ella parangonaba con la silueta del infante »normal« (es el caso de Unica instancia, 1996, obra que recibiera mención en el Salón de Arte Joven del mismo año), hasta el desarraigo como resultado de la violencia política (Territorios indelebles, 1997, con la cual participó en la exposición Rojo sobre Rojo en la Biblioteca Luis Angel Arango). Calle bordaba las imágenes sobre papel o sobre tela, incluyendo las figuras así realizadas en composiciones más grandes en las cuales involucraba pintura, dibujo y collage. Estas obras dieron paso a una serie de dibujos sobre panel, en los cuales -siempre partiendo de imágenes fotográficas y mediante tensiones logradas a través de la composición y la escala - lograba generar un clima perturbador debido a las ambigüedades presentes en las relaciones aparentemente inocentes entre adultos y niños.

Johanna CallePara la serie presentada en esta exposición, Nombre Propio, 1997-1999, Johanna Calle recurre también a imágenes tomadas de periódicos, pero en este caso se trata de algo específico: son los conjuntos de fotografías de niños sin hogar realizadas por el Instituto de Bienestar Familiar, publicadas con el fin de localizar eventualmente a los padres o algún familiar que pueda hacerse cargo de ellos, antes de poder proseguir con los trámites legales de adopción. Dado se trata por lo general de niños abandonados, tal exposición pública cumple usualmente una función de mero trámite. Johanna Calle toma estas imágenes y las incorpora a la superficie de la obra mediante un paciente proceso de costura, rol tradicionalmente femenino que supone una instancia de tiempo en la cual la imagen se va construyendo poco a poco.

Una de las tradicionales características del dibujo es su inmediatez: de allí que se considere en muchos casos como la etapa inicial de un proceso que llevará a una obra posterior. Sin embargo, en Nombre Propio la supuesta inmediatez del dibujo es desvirtuada por el proceso escogido por la artista para materializarlo: el bordado, que aunque a primera vista recuerda el trazo rápido del lápiz en el papel, es en realidad una técnica que implica un proceso lento y dispendioso. En esta obra, la dimensión de tiempo es crucial. Completar la serie de niños que aparecieron durante el año de 1997 le tomó a Calle dos años de trabajo casi exclusivo; hay niños que esperan más que eso - en vano - para ser entregados en adopción. Esta insistencia en la lentitud guarda una estrecha relación con el tiempo que parece interminable para estos niños, pues los mayores ven cómo los bebés recién nacidos y los más pequeños son preferidos por quienes toman la decisión de adoptar. Con el paso del tiempo sus posibilidades se van haciendo más remotas, y saben que al llegar a la mayoría de edad tendrán que partir, dejados una vez más a su suerte.

La superficie de las obras es un lienzo crudo, el cual ha sido integrado a un sustrato en malla de alambre y fieltro mediante una operación de entramado, dando la sensación de una tersa superficie de yeso sobre un muro de cemento, o la de una pared en proceso de ser pañetada. El tema imponía una austeridad en la técnica y en los materiales, que en este caso establecen una relación formal con las superficies crudas características de la arquitectura popular, contexto social del que provienen la gran mayoría de los infantes retratados.

Dado que la obra se presenta como una totalidad conformada por doce grupos de imágenes que corresponden a los meses del año, el trabajo se impone en una primera mirada por su efecto acumulativo y por la dimensión social de lo que muestra: el ICBF registra alrededor de 1500 de abandono al año. En una aproximación más detallada se evidencia la particular calidad del dibujo en hilo, cercana al trazo preciso y continuo en tinta. En lo que a primera vista parecía ser resultado de la repetición de una imagen serial o de la variación de unos patrones estándares, comienzan a aparecer los rasgos personales de cada niño, así como códigos sutiles en la organización de los dibujos: una delgada línea de color indica el parentesco entre dos o más hermanos; hay imágenes aisladas, que corresponden a niños que fueron incluidos a posteriori en una lista ya publicada. La mirada cercana revela también la forma cómo se ensamblan diferentes retazos de tela, que permiten imaginar, a través de las mínimas variaciones en su tonalidad y textura, jornadas extenuantes de trabajo solitario.

Johanna CalleA partir de las fotografías aparecidas en El Tiempo y El Espectador, los dos diarios de mayor circulación en el país, la artista realiza dibujos esquemáticos en los cuales, a pesar de reducir las facciones de los niños retratados a sus caracteres más salientes, es aún posible mantener su identidad personal. Esto último es importante para Calle, quien no quisiera que la individualidad de cada niño se perdiera en el anonimato de una excesiva abstracción de sus caracteres físicos. El hecho de respetar los rasgos, los gestos e incluso en algunos casos las actitudes de los niños, tiene el valor de recordarnos que estamos ante un hecho cierto, ante personas e historias reales: en su austero silencio, nombre propio nos presenta de manera cruda a la vez que poética un testimonio más de la descomposición del tejido social que sufre el país.

El arte no es un campo discursivo, ni debe ser utilizado como un espacio para una reivindicación social o política. Pero su capacidad para alegorizar lo convierte en un vehículo eficaz para repotenciar ciertas imágenes que representan nuestra compleja realidad nacional, y que a fuerza de ser publicadas en los medios, han ido perdiendo su capacidad de conmovernos.

José Roca

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