Columna 51

no. 49

José Roca
Reflexiones críticas desde Colombia


Comentario a  Columna # 49

Retransmito la comunicación de William López, investigador y docente. Estoy de acuerdo con las apreciaciones de López en lo que concierne a la crítica de arte en Colombia. El prólogo que hice al texto de Helguera no era ni pretendía ser exhaustivo, y los críticos que nombré son aquellos con los cuales se consilida la profesión de crítico de arte en Colombia. Respecto al momento actual, mi opinión es que ESE modelo de crítica hace crisis a principios de los noventa y es reemplazado por otras formas de acción crítica, entre ellos los proyectos de auto-gestión, los proyectos curatoriales como instancia creativo-crítica y espacios como este en donde la hegemonía de la crítica tradicional, mediada por los medios impresos, es rota gracias a la relativa horizontalidad de la red.

J. Roca

 

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William López
26 de julio de 2003

0. Aprovecho la actualidad que Justo Pastor Mellado le ha dado a la discusión sobre la crítica de arte que Pablo Helguera abrió, el pasado 29 de marzo, en la "Columna de arena No. 49", para plantear algunas ideas sobre este tema.

1. En primer lugar, quiero discutir la periodización de la historia de la crítica de arte en Colombia, que José Ignacio Roca planteó en la presentación del artículo de Helguera.

Roca afirma que la historia de la crítica de arte en nuestro país ha tenido tres etapas: una inicial, con la obra de Casimiro Eiger, Walter Engel y Marta Traba; una segunda etapa, que estaría asociada a la obra de los críticos que publicaron durante la década de los años ochenta (Eduardo Serrano, Carolina Ponce de León, Ana María Escallón y José Hernán Aguilar); y una tercera y final, que cubriría la última década del siglo XX, en la que la crítica de arte tiende a hacerse irrelevante, es decir, a morir.

En primer lugar me parece importante recordar que antes de Eiger (1911 - 1987), Engel (1908) y Traba (1923 - 1983), la crítica de arte ya existía en Colombia. Precisamente, si adoptamos la definición que Roca plantea ("pensamiento crítico sobre arte"); su origen, incluso, se remontaría al siglo XIX. De esta manera, antes de los citados autores, existe una larga tradición de escritores, literatos y críticos que jugaron un papel fundamental dentro de los procesos de construcción de un público, dentro de la recepción del arte internacional, dentro de la valoración, lectura e interpretación del arte en Colombia, y dentro de la revisión de los manejos institucionales del arte.

Así, por ejemplo, al finalizar el siglo XIX, podemos leer la obra de críticos como Jacinto Albarracín (1876 - ¿?) o Baldomero Sanín Cano (1861 - 1957); más adelante, en la década de los años 20, se pueden hallar frecuentes y apasionados artículos de Roberto Pizano (1896 - 1930), Rafael Tavera (1878 - 1957), y Gustavo Santos. Los críticos que acompañaron a los artistas que hacen su aparición en la escena cultural durante los años 30 son, entre otros: Jorge Zalamea (1905 - 1969), Enrique Uribe White (1898 - 1983), Luis Eduardo Nieto Caballero (1888 - 1957), Germán Arciniegas (1900 - 1999), Daniel Samper Ortega (1895 - 1943), Javier Arango Ferrer (1905) y Luis Vidales (1900 - 1990). Un poco más adelante aparecen los ya citados Eiger y Engel, y junto a ellos el español Clemente Airó (1918 - 1975), el ucraniano Juan Friede Alter (1901 - 1990), y el colombiano Jorge Gaitán Durán (1924 -1962).

Dentro de esta larga lista, por supuesto, también está Marta Traba, quien juega un papel fundamental dentro de la consolidación del arte moderno, es decir, dentro de la apertura de un espacio cultural para la obra de arte fundada en la autonomía de la imaginación del artista y de los lenguajes artísticos. En este sentido, creo que es fundamental ubicar su trabajo dentro del proceso que configuran los críticos anteriores, puesto que este contexto explica, en muy buena medida, sus discusiones, las formas discursivas que estas toman, y la batería teórica a la que se remite.

En uno de los primeros trabajos juiciosos y extensos que hasta ahora se ha escrito sobre la historia de la crítica en Colombia, desafortunadamente todavía sin publicar, Carmen María Jaramillo, siguiendo a Pierre Bourdieu, muestra, además, que la crítica de arte en Colombia ha protagonizado un proceso de maduración contradictorio, en muchos sentidos ligado a la historia de la consecución de la autonomía del campo cultural.

Entonces, si pensamos la historia de la crítica de arte en Colombia dentro de los procesos de autonomización de este gran campo, podríamos concluir que el capítulo protagonizado por Eiger, Engel y Traba, entre otros, es nada menos que la consolidación de la autonomía del campo de la crítica. Esto quiere decir, en primer lugar, que con ellos aparece la figura del crítico profesional, y en segundo lugar, que sus discursos están enmarcados principalmente por la estética, la teoría y la historia del arte.

2. No creo que la crítica de arte haya muerto. Como tantos otros certificados de defunción (el de la pintura, el del arte), éste, a mi modo de ver, también es falso. La prueba fehaciente de la vitalidad de la crítica de arte está en espacios como el que el mismo Roca administra, o en espacios como "Esfera pública", o en la bibliografía publicada en los últimos años, dentro de la que se destacan libros como "Alejandro Obregón. El mago del Caribe" de Carmen María Jaramillo o "Oscar Muñoz. Volverse aire" de María Iovino.

Creo que habría que poner en discusión la noción de "crítica de arte" desde la cual habla Roca. Porque, desde mi perspectiva, ésta antes que parecer el cadáver de una viejita decrépita, en nuestro país, es, por el contrario, una jovencita rozagante, inteligente, un poco desaliñada, grosera muchas veces y, sobre todo, democrática e irreverente. Basta con recordar la reciente discusión sobre la exposición de `moda contemporánea para muñecas' del Museo de Arte Moderno de Bogotá, para mostrar un argumento fehaciente de mi posición.

En este sentido, la actual situación de la crítica de arte en Colombia debe ser pensada como un estadio nuevo, que presenta formas, discursos y protagonistas diferentes a los que hasta ahora había presentado. Antes que haber muerto o hacerse irrelevante, se está transformando en algo nunca antes visto. Uno de los muchos elementos nuevos que la caracterizan es el "lugar" en donde aparece. Este supone, de hecho, una transformación estructural que, a mi modo de ver, está en directa relación con las formas contemporáneas que está adoptando tanto el pensamiento crítico como su socialización, es decir, lo público. Así, es necesario dejar de lado nuestros "prejuicios" sobre el modelo y el ideal de crítico de arte que hasta ahora hemos visto.

La curaduría, en este sentido, no tendría por qué pensarse como una función que tiende a hacer irrelevante al crítico de arte. La discusión sobre la definición de la curaduría, sobre sus límites y funciones, muestra, primordialmente, que el campo artístico en nuestro país se está haciendo más complejo, que está entrando en un estadio nuevo, que está re-definiendo las reglas de juego y, por ello mismo, el número de jugadores y de sus funciones, es decir; que la división del trabajo en este campo específico se está haciendo más profunda y sutil.

El contexto en que se está dando esta re-estructuración del campo del arte es el de la redefinición de todo el campo cultural. No es casual que paralela a la discusión a la que hemos asistido durante los últimos tres o cuatro años en el campo específico de las artes plásticas, se haya presentado la discusión sobre la gestión cultural, la planeación cultural y las políticas culturales, en ámbitos más generales.

3. A la lista de críticos de los años 80 que construye Roca, yo agregaría el nombre de Beatriz González, puesto que su obra como crítica de arte es fundamental a la hora de establecer el panorama de la crítica de arte de la década de los años 80.

Mucho más derecho tiene González a figurar en esta lista que el escritor Andrés Hoyos, cuya incomprensión de los fundamentos y referentes del arte contemporáneo es directamente proporcional a la calidad de su narrativa. Mientras la pluma de Hoyos solamente ha producido dos interesantes artículos (particularmente porque revelan la sistemática y tradicional ceguera de nuestra burguesía con respecto a las artes plásticas coetáneas), la pluma de González nos ha dado lecturas críticas de muchas de las exposiciones de esta década, además de la valoración de la obra de artistas claves de este período; todo ello fundado en una mirada lúcida, en un profundo conocimiento de la historia del arte y en un humor cáustico implacable.

4. Helguera está errado cuando afirma que "(...) Mientras que en otros países estudiar la relación entre el mundo literario y el visual no tendría demasiado interés, en Latinoamérica es vital siendo que los escritores fueron una fuerza primordial en la construcción de los modelos de soporte de la cultura en Latinoamérica. (...).

Su posición olvida que la relación entre el campo del arte y el literario es una condición invariante a lo largo y ancho de Occidente. De hecho, algunos de los paradigmas a partir de los cuales se estudia esta relación en Latinoamérica es la que, en su momento protagonizaron literatos como Charles Baudelaire, citado por Helguera en algún momento de su artículo, o Emile Zola, con los artistas de su momento. Estos dos ejemplos, entre muchos otros, son señalados por varios historiadores de la crítica de arte como Lionello Venturi (véase su "Historia de la crítica" -1936-), o por célebres sociólogos del arte como el vilipendiado Arnold Hauser (véase su "Sociología del arte" -1964-) o el seguidísimo Pierre Bourdieu (véase su artículo "¿y quién creo a los creadores?" o "Las reglas del arte" -1992-).

En lo que definitivamente acierta Helguera es en señalar la necesidad y urgencia de trazar la historia de la relación entre el arte y la literatura, en la medida en que ella configura, en últimas, la historia de la crítica de arte en Latinoamérica. En este sentido es bueno recordar el esfuerzo que en algún momento emprendió el Instituto de Investigaciones Estéticas de la UNAM, con libros como "La crítica de arte en México en el siglo XIX" (1964) de Ida Rodríguez Prampolini y "La crítica de arte en México: 1896-1921. Estudios y documentos" (1999) de Xavier Moyssén. Allí se recogen valiosos artículos que, con un imaginativo estudio comparativo, podrían revelar regularidades y diferencias en el desarrollo del campo artístico en nuestros países.

5. Creo que la pregunta del Helguera es retórica, principalmente por dos razones: (i) el tipo de intelectual que Octavio Paz encarna es muy particular y se refiere a un momento concreto de la historia de la literatura y la intelectualidad en Latinoamérica; y (ii) a la lista de poetas y escritores que han acompañado a los artistas conceptuales en Chile, planteada por Mellado, yo agregaría el nombre de una poeta y narradora muy connotada: Marta Traba.

El modelo de escritor que Helguera invoca para evidenciar la "orfandad crítica" de los artistas conceptuales es reducido. Este tipo o modelo, al que obedecen, con ciertos matices, todos los nombres que Helguera cita (Neruda, Borges, Cortázar, Carpentier, Lezama Lima, Vargas Llosa, Fuentes y García Márquez), en el ámbito de la historia de la intelectualidad en Latinoamérica, está en relación con el contexto histórico en el que ellos trabajaron, y se debe a las relaciones que estos escritores construyeron con la tradición literaria, las elites sociales y económicas, las estructuras del Estado, la industria cultural y los medios masivos de comunicación.

Precisamente por pensar en un tipo de intelectual tan particular, Helguera no puede ver a los poetas y escritores citados por Mellado (Enrique Lihn, Ronald Kay, Nicanor Parra, Raúl Zurita, Diamela Eltit, Cristián Hunneus, Adriana Valdés, Nelly Richard y Patricio Marchant) ni a una figura tan relevante como Marta Traba, quien nace y muere en la literatura, aunque su paso por la crítica haya obnubilado casi por completo su carrera literaria. Traba inicia su carrera con un libro de poesía ("Historia natural de la alegría" -1951-), y escribió a lo largo de su carrera dos libros de relatos ("Pasó así" -1968- y "De la mañana a la noche" -1981-) y varias novelas ("Los laberintos insolados" -1967-, "La jugada del sexto día" -1969-, "Homérica Latina" -1979-, "Casa sin fin" -1980- , "Las ceremonias del verano" -1981-, "Conversación al sur" -1981- y "En cualquier lugar" -1984-).

En el contexto colombiano, tal y como lo señala Álvaro Barrios en "Orígenes del arte conceptual en Colombia" (2001), ella es una de las primeras intelectuales que intenta abrir el espacio cultural a los artistas conceptuales.


 

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Presentación en internet: Universes in Universe, Gerhard Haupt & Pat Binder.
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