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En sus dibujos recientes, Ana Patricia Palacios introduce
una línea de absurdo que contradice la aparente banalidad de
sus sujetos y las relaciones que se establecen entre ellos. Los personajes
están situados en un campo atmosférico plácido
y tranquilo logrado mediante el uso de un pigmento neutro, como fondo
de un dibujo austero realizado en lápiz. A primera vista, los
sujetos se nos presentan como participantes en escenas cotidianas. Una
segunda mirada revela incongruencias, relaciones equívocas o
detalles absurdos que dotan a los dibujos de un aura de extrañeza
(uncanniness) y presencia perturbadora. Un hombre se sube la manga de
un pantalón para revelar una pierna femenina; otro cuelga precariamente
de una pared, pero una mirada atenta revela que tiene tres brazos; una
figura femenina en una extraña contorsión tiene su cabeza
reemplazada por una mancha de carácter ominoso; una mujer está
parada en un extraño aparato conectado a una palanca controlada
por su compañero; otra tiene la pierna extendida en una mesa
de planchar... y así en la mayoría de los dibujos: figuras
tomadas de diversas fuentes y por ende con puntos de perspectiva diferentes
coexisten en relación conflictiva tanto en lo formal como en
lo temático, en un mismo espacio escénico sin referentes
espaciales, etéreo e indefinido.
En muchos de los casos, las figuras se presentan en parejas. En el
contexto de la obra reciente de Palacios, que ha girado en torno a nociones
de duplicidad, gemelaridad e identidad en la diferencia que se desprenden
de su circunstancia personal de gemela idéntica, habría
la tendencia de entender estos dibujos como una reflexión sobre
lo doble. Pero Palacios afirma que en esta serie intenta más
bien reflexionar sobre la búsqueda de identidad, sobre "el
paso de la dualidad a la individualidad". Siguiendo esta clave
podríamos aventurar que en realidad no estamos viendo las relaciones
entre dos personajes, sino entre dos aspectos contradictorios - o complementarios
- de una misma personalidad, que coexisten en un mismo sujeto.
Palacios apela a la acción o al gesto expresivo para representar
individuos que nos interpelan activamente, que no permiten que nos quedemos
indiferentes. De tal manera, los dibujos nos invitan a encontrarnos
en ese otro, múltiple y desdoblado. Sus figuras simbolizan momentos
de transición: el acting-out de la ambigüedad de género,
el franqueo de una barrera casi inalcanzable, el paso de la pubertad
a la edad adulta, de la inocencia a la plena conciencia de las implicaciones
sociales de cada acto. Los bellos dibujos de Palacios tocan preguntas
sobre la propia existencia, la forma como somos, como nos vemos y como
nos queremos ver. Como la artista ha afirmado, "el fantasma de
los seres dobles idénticos preocupa a todo el mundo porque está
en el fondo de la relación que todo ser humano tiene consigo
mismo y con los otros". Si en los trabajos con figuras dobles la
artista trataba de evidenciar que "la problemática de la
identidad se convierte en una lucha constante y permanente por afirmar
las diferencias", en los dibujos recientes -con sus situaciones
que incentivan múltiples lecturas- muestra que esta lucha está
presente en todo individuo. En este sentido, Palacios devuelve la pregunta
que a menudo le hacen; "¿quien es usted? ¿cual es
usted?", y hace que nos preguntemos en quien y en qué circunstancias
se reconoce cada uno de nosotros.
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