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En 1785 el filósofo y reformador social Jeremy Bentham
desarrolló el modelo del Panóptico, un edificio circular
cuyo diseño permitía el control, desde un núcleo
central, de una serie de celdas localizadas de forma radial en el perímetro.
De acuerdo con Michel Foucault, el logro principal de Bentham fue el
haber concebido "una máquina para disociar la dupla ver/ser
visto" [2]. El poder de este modelo consistía en la relación
asimétrica entre quien mira y quien es mirado, entre la certeza
de ser visto y la incertidumbre de cuando. El esquema de Bentham podía
ser aplicado a una multitud de usos: en la lista figuraban prisiones,
reformatorios y manicomios, pero también fábricas y escuelas,
es decir que el modelo no era concebido como una forma de racionalizar
el castigo sino que era aplicable a cualquier programa en el cual se
quisieran maximizar las posibilidades de control de un determinado grupo
humano [3]. Bentham no solo conceptualizó el modelo desde el
punto de vista organizacional, sus beneficios y sus posibles aplicaciones,
sino que también produjo un diseño detallado de su disposición
formal. Puede afirmarse que su legado no está en la aplicación
directa de sus principios -y menos aún en términos de
tipologías arquitectónicas. Su alcance llega más
lejos, y puede situarse en la conciencia contemporánea de la
presencia del Estado a través de los sistemas de vigilancia que
forman parte de la vida cotidiana: desde modelos "pasivos"
de Benthamismo (la manipulación de la información en los
medios escritos y audiovisuales) a instancias activas como la vigilancia
pública y privada, las imágenes de satélite, los
radares, las cámaras de video, el análisis de la información
personal y el monitoreo electrónico de las transacciones y movimientos
en las sociedades urbanas. El desarrollo de las tecnologías de
captura de imágenes en tiempo real permitió, hacia el
final del siglo XX, ejercer un control total del espacio público,
control apenas intuído medio siglo antes por Orwell y que logra
una extensión hacia el espacio privado a través del internet
[4].
Las relaciones de poder entre el individuo y el Estado son la instancia
primaria en la cual se ejerce este intercambio asimétrico de
información, pero a un nivel más amplio, las relaciones
transnacionales de poder se rigen por estructuras similares. Es interesante
constatar cómo hay una simetría entre el modelo arquitectónico
de Bentham -con su centro omnisciente y sus periferias observadas y
subalternas- y las organizaciones contemporáneas de poder. En
el actual contexto geopolítico, las discusiones sobre centro
y periferia dejan de ser abstractas y se refieren claramente a hegemonías
políticas y económicas, y a relaciones entre territorios
y economías precisas.
Cuarenta años de guerra ininterrumpida en Colombia han dado
como resultado una sociedad vigilante que vive en un estado constante
de paranoia. Formas diferentes de guerra interna, presentes en el pais
desde la violencia politica de los anos cincuenta, ha desplazado en
gran medida a la población rural a las ciudades, con lo cual
se invirtió la proporcion de habitantes entre la ciudad y el
campo, dejando como resultado un país predominantemente urbano
[5]. El aumento de la criminalidad que resulta del desempleo y la pobreza,
aunado al desplazamiento de la guerra a la ciudad en la forma del secuestro
y la extorsión, han generado una sociedad que encierra tanto
la vida privada como los espacios públicos, una sociedad en donde
la conciencia de ser observado se acepta como un derecho del Estado
en una situación (permanente) de excepción. En una metrópolis
como Bogotá, por ejemplo, la presencia de instrumentos de disuasión
y control como casetas de vigilancia, rejas, soldados en uniformes de
camuflaje y vigilantes con perros están tan integrados en el
inconsciente colectivo como una necesidad y un derecho inalienable,
que ha terminado por convertirse en un elemento mas del paisaje urbano,
cuya presencia no se cuestiona.
Paralelo al desplazamiento de los habitantes del campo a los centros
urbanos, las áreas rurales han sufrido a su vez una transformación,
especialmente en la última década. La paulatina sustitución
de los cultivos de subsistencia por cultivos ilícitos, la coca
y mas recientemente la amapola, ha incidido determinantemente en la
financiación de la guerra interna, entre la guerrilla, los paramilitares
y las fuerzas gubernamentales. Esta nueva circunstancia ha desembocado
en una acción constante por parte del estado, como resultado
de políticas en gran parte prescritas y vigiladas por los Estados
Unidos. Además de su poder económico y político,
este país es el principal socio comercial de Colombia, y ha decidido
librar la guerra a un problema interno como lo es el consumo de drogas
ilícitas como la cocaína y la heroína, combatiendo
la producción. En su condición de principal productor
en la región, Colombia es a la vez sujeto y agente de esta política,
y sus efectos son claramente visibles tanto en el campo -donde estas
acciones suceden- como en las ciudades, en donde los testimonios que
las documentan circulan como información a través de los
medios de comunicación.
La acción de las políticas de estado en las áreas
rurales se produce y está determinada, como en el panóptico,
por instancias de control y vigilancia desde puntos privilegiados de
inteligibilidad: radares que monitorean el tráfico aéreo
en el territorio colombiano; sobrevuelos de reconocimiento en el llamado
"avión fantasma" [6]; presencia de tropas armadas en
todo el territorio nacional y retenes en las vías interurbanas.
Otra forma de agenciar estas políticas se evidencia constantemente
en la prensa escrita y en la televisión, donde se presentan imágenes
que testimonian de la efectividad de la acción policiva en las
áreas rurales en las cuales se efectúa la política
de erradicación de cultivos ilícitos. Estas imágenes
(videos y fotografías) cumplen una función ideológica
en la medida en que le recuerdan a los ciudadanos que la presencia del
estado es constante, y que el control puede fácilmente devenir
en castigo [7].
Las herramientas, instituciones y mecanismos de castigo, control y
vigilancia han sido una constante en el trabajo de Juan Fernando Herrán.
Para la Bienal de Bogotá en 1992 el artista presentó una
serie de objetos en barro crudo realizados con los ojos cerrados, que
incorporaban rasgos biomórficos y mecánicos como un encuentro
entre la herramienta y el cuerpo, sugiriendo extraños dispositivos
de tortura. La disposicion sistematica y ordenada de estos objetos en
el suelo remitia a una imagen recurrente en los medios: la presentacion
de armas y elementos decomisados a grupos al margen de la ley por las
fuerzas de seguridad del estado. Como ha anotado la crítica Ivonne
Pini, la intención de Herrán no consistía en establecer
una denuncia a través de los objetos (violentos) sino en "mostrarlos
como parte del espacio violento que los produce" [8]; en este sentido,
la realizacion de los objetos sin la mediacion de la vista sugiere una
conexion entre la memoria y el objeto, un ejercicio de distanciamiento
de la plena conciencia para permitir la expresion casi automatica de
una "voluntad de la forma" (en el sentido de un Zeitgeist
que marca el contexto en que la obra se produce) en el cual el artista
cumpliria un papel de "traductor".
Herrán también ha utilizado elementos como revólveres,
logotipos y carnés de identidad de agencias de seguridad, extractos
de sumarios judiciales,representaciones de evidencias penales y mapas
como mecanismos de control territorial. Pero es a partir de mediados
de los noventa que el interés por la relación entre los
mecanismos de control y sus manifestaciones aparece de manera sistemática
en su obra.
En 1996, en respuesta a uno de los hechos que más ha marcado
la historia política reciente en Colombia, Herrán realiza
las obras "Anexo 273" y "Cajas fucsia con estrellas brillantes".
Las obras hacen referencia al denominado "Proceso 8000", en
el cual el entonces presidente Ernesto Samper y varios funcionarios
de alto perfil asociados con su gobierno fueron acusados de recibir
durante la campaña electoral, dineros provenientes del narcotráfico.
A pesar de las abundantes pruebas que incriminaban al presidente y su
gobierno, Samper se sostuvo en el poder en parte debido a un sistema
político en el cual los encargados de juzgarlo formaban parte
de las estructuras clientelistas, pero también a que nunca apareció
una imagen incontrovertible (como podría serlo una fotografía
o un video) en la que constara el ingreso de los llamados "dineros
calientes" a la campaña. "Anexo 273" es una puesta
en escena a partir de varios testimonios del proceso, en donde se narra
la forma como fue entregado el dinero. Esta fotografía, de apariencia
documental (el primer plano está interrumpido por una figura
borrosa, como en una toma subrepticia) muestra a dos guardaespaldas
vigilando el envío del dinero. Este hecho se materializa en la
obra "Cajas fucsia con estrellas brillantes", escultura realizada
con 6 cajas fucsia colocadas una sobre otra en tamaños decrecientes,
que conformaban una especie de zigurat u obelisco, un irónico
monumento a la evidencia ausente [9] cuya presencia daba forma a algo
intangible, respondiendo a "la necesidad que tiene la historia
de perpetuarse en imágenes" [10] . Para la Bienal de Estambul
en 1997, Herrán propuso consecutivamente dos obras, que por razones
prácticas no pudieron realizarse [11]. En el espacio que le fue
otorgado (la Iglesia de Santa Irene, un antiguo templo que data del
siglo cuarto, que había sido en diferentes épocas iglesia
cristiana, almacen de municiones y museo militar), Herrán propuso
en primer lugar, una clasificación de armas en una estantería
que cubría una de las columnas en toda su altura. Esta obra estaba
basada parcialmente en imágenes documentales de la iglesia cuando
esta fue un museo militar. Dicha estantería replicaba la estructura
original donde se exhibieron los trofeos de guerra del Imperio Otomano,
recuperando para el sitio la memoria perdida. La segunda obra propuesta,
"Anubis" [12], se basaba en las descripciones de perros de
vigilancia tomadas de narraciones históricas, con base en las
cuales, el artista concibió un perro mecánico -síntesis
de todos ellos- que debía girar constantemente a una velocidad
casi imperceptible en el tambor de la cúpula de Hagia Eireni
[13].
Varios de los elementos planteados en "Anubis" (la presencia
del perro vigilante que observa desde un punto privilegiado) son retomados
en "HAL IV",1999, obra con la que participara en la exposición
"Puntos de Cruce" [14]. En su carácter formal, HAL
IV es una cita al arquetipo arquitectónico formulado por Bentham,
a pesar de que su disposición radial no corresponde de manera
precisa al edificio cilíndrico imaginado por el filósofo
inglés. En su forma y escala, "HAL IV" también
hacía referencia a la existencia en las ciudades de vigilantes
privados acompañados con perros señalando con su presencia
que el área está siendo observada. En este sentido, un
elemento arquitectónico tan inocuo como una casa de perro (que
por lo general replica de manera absurda el tipo arquitectónico
básico de vivienda, la casa con techo a dos aguas) es eficaz
como instancia disuasiva. Precisamente la lógica del Panóptico.
En el interior de la estructura radial había una luz que oscilaba
entre una penumbra y una claridad deslumbrante: los adjetivos asociados
a esta imagen (claridad, verdad, visibilidad) son una evidente alegoría
a la retórica que sustenta los instrumentos de control, que apelan
al argumento del bien común para coartar las libertades individuales.
Los perros vigilantes en el espacio público son la forma en la
cual un fenómeno como el paramilitarismo (fuerzas armadas y entrenadas
que no pertenecen al Estado) se inserta sutilmente en la vida cotidiana.
En su condición de animal territorial, el perro es una presencia
paradójica: a la vez es una mascota amable en el ámbito
cotidiano ("el mejor amigo del hombre") y una presencia disuasiva
para todos los que no pertenecen al círculo familiar. Su utilización
como elemento de control data de los orígenes mismos de la civilización:
perros de presa, perros de vigilancia, perros sabuesos, y más
recientemente los perros antidrogas y los que son utilizados por las
fuerzas anti-motines.
Un edificio de control de prisioneros, de estudiantes o de enfermos;
para Bentham el interés del dispositivo era su posible aplicación
a diversas áreas de la vida en sociedad. El rasgo formal más
relevante del Panóptico está en que desde el punto central
se puede controlar visualmente el perímetro, y que la luz exterior
permite al controlador "ver" a los controlados por un efecto
de contraluz desde la seguridad de su propia oscuridad. Pero como ya
se ha dicho, su característica más radical era que aunque
quienes estaban siendo observados no podían ver a quien los controlaba,
sabían de su existencia y de la posibilidad siempre presente
de que lo estuviera haciendo. Esto le da una clara ventaja al controlador;
no es siquiera necesaria su presencia (por lo menos no todo el tiempo);
basta con que haya una conciencia de tal posibilidad. Contrario al poder
del rey, que radicaba en la exhibición constante y presente de
su imagen, el poder del controlador en el Panóptico se deriva
de su relativa invisibilidad.
"Hal IV" también es una referencia al computador omnisciente
de "2001: Odisea del espacio", el influyente filme de Stanley
Kubrick. La película gira en torno a un estado de desarrollo
tecnológico en el cual el computador llega a controlar la mayoría
de las funciones vitales de la nave, con una interfaz que le permite
interactuar con los tripulantes como un humano más [15]. Uno
de los argumentos centrales es la conciencia plena que tienen los sujetos
de estar siendo observados por una máquina cuya sofisticada programación
le permite discernir que el bien individual debía ser subordinado
a un hipotético bien común (que estaría siendo
puesto en peligro por una circunstancia externa) [16]. Las referencias
contextuales anclan la obra de Herrán a una circunstancia local,
estableciendo el espacio para una reflexión sobre cómo
el argumento de la seguridad ha validado la presencia cotidiana de instancias
diversas de control (vigilantes, perros, cámaras, rejas, talanqueras,
garitas, casas de perros, etc), la cual es aceptada como un mal necesario
sin siquiera cuestionar su efectividad, su legitimidad, o inclusive
su legalidad [17].
En 1997 Juan Fernando Herrán inicia la serie Papaver Somniferum.
Durante sus viajes a Turquía, el artista tuvo la posibilidad
de continuar las observaciones sobre la amapola que había iniciado
en Inglaterra y de contrastar las diferentes percepciones que se tienen
de ella en contextos culturales tan diversos como Europa, el medio oriente
y América. Herrán recurre a la planta de la amapola para
hablar de un problema crucial en la historia reciente de Colombia: el
fenómeno de las drogas y la violencia que se desprende de la
represión a su tráfico y producción. Este problema
tiene graves implicaciones en la sociedad -incluso en la distribución
y organización del territorio [18]. La serie Papaver Somniferum
de Juan Fernando Herrán recurre a la imagen de la amapola, asociada
usualmente a conceptos como belleza, romance o solidaridad [19], como
un sucedáneo visual para la situación política
y social en Colombia. El artista apropia imágenes de prensa y
a partir de ellas establece relaciones visuales que problematizan las
percepciones unívocas, las versiones oficiales y privilegiadas
mediante estrategias de yuxtaposición y contraste. En "Sin
Título", 1999, Herrán retoma la fotografía
de un soldado que sostiene cándidamente un ramo de amapolas que
acaba de arrancar (como un símbolo de la efectividad de la acción
de la actividad del ejército en la erradicación de cultivos
ilícitos), la amplía y duplica generando dos imagenes
simétricas. Entre ellas hay una gran superficie de color, un
terciopelo con líneas horizontales de diversos colores que recuerdan
motivos sicodélicos. Esta imagen central es en realidad una tela
adquirida en Turquía (en donde el gobierno controla el cultivo
de la amapola), con un repujado floral en bajorrelieve que solamente
puede ser percibido cuando se mira desde un costado. La obra requiere
que el espectador renuncie al punto de vista privilegiado y lo obliga
a desplazarse, colocandolo en una posicion de vision marginal. En el
contexto del llamado "problema de las drogas", que involucra
produccion y consumo, oferta y demanda, "primer" y "tercer"
mundo, este desplazamiento de la mirada es una puesta en cuestion del
relato oficial y su punto de vista "correcto".
Una estrategia similar es utilizada en "Tríptico judicial",
1999. La obra consta de tres imágenes fotográficas: dos
de ellas son bulbos de amapola en los cuales el artista ha realizado
la acción de "rayado" (paso inicial para la recolección
del alucinógeno) reemplazando las marcas usuales por una grafía
que recuerda la decoración de una vasija precolombina. Estas
imágenes gemelas están contrastadas por una fotografía
central que proviene de la prensa judicial, en la cual se muestran dos
detenidos con la "evidencia" que les incrimina: un ramo de
amapolas colocado en una mesa frente a ellos. Hay un código visual
utilizado por el ejército y la policía que consiste en
retratar a los arrestados con los elementos que denotan su actividad
ilícita (como armas, dinero u objetos robados encontrados en
su poder), organizados, clasificados y debidamente identificados con
rótulos, en una presentación que recuerda vagamente estrategias
primarias de exhibición museal. Un análisis de lo que
a primera vista parece una fotografía espontánea revela
que en realidad ha sido cuidadosamente compuesta, lo cual se evidencia
en ciertas coincidencias formales como la duplicidad de elementos (dos
cuchillas, dos frascos, dos plantas de interior) en pares que se corresponderían
a los individuos detenidos, señalando con este código
reiterativo su responsabilidad incontrovertible frente a los hechos.
En palabras de Herrán, en el rayado "está inscrita
una "promesa": la acción representa no solo un contacto
cotidiano con la planta, sino una proyección mental hacia una
vida mejor. Lo decorativo estaría relacionado con ello, ya que
es un valor agregado que tiene en términos económicos
una correspondencia con la extracción del látex: aunque
el cultivo es una práctica importada y más o menos reciente,
representa una opción de vida tangible. Tal vez la más
realista de todas en las zonas de producción" [20]. "Terra
Incógnita" consiste en una serie de rocas de gran tamaño,
como las encontradas en los lechos de los ríos y quebradas colombianas.
En una mirada más cercana se hace evidente que no son rocas naturales
sino que se trata de elementos escultóricos que han sido construidos
tomando improntas de las enormes piedras. La escogencia de las rocas
"está mediada por una similitud topográfica entre
terrenos rurales de difícil acceso y las características
de las rocas. Al buscar un equivalente se reconoce la dificultad de
acceso a los lugares reales – a los cuales nos hemos aproximado
a partir de las imágenes fotográficas de la policia"
[21]. El carácter del acto escultorico (martillar sobre plomo)
es significativo y se relaciona con obras anteriores de Herrán
[22]. Implica una acción física violenta en la cual un
elemento natural es literalmente cubierto por un producto industrial.
En Colombia, como en muchos países, "plomo" es metonimia
de "bala" y por extensión de "muerte". Además
de las referencias a la violencia que engendra la tríada producción-
prohibición-consumo, esta obra evidencia la contradicción
implícita en todo panopticismo, pues la vision global implica
un distanciamiento. Al reducir el individuo a mera estadística,
sobreviene la dificultad de "ver" la realidad. Con lo anterior
me refiero al hecho de que la erradicacion de cultivos ilicitos es tambien
una lucha de cifras; la cantidad de hectareas destruidas son un indicador
de gestion que relega a un segundo plano los efectos sociales, economicos
y ecologicos que genera. En relación con la presencia del observador
respecto a ella, "Terra Incógnita" trastoca su percepción
en instancias sucesivas de legibilidad: rocas, objetos construidos,
y finalmente, en una relación casi íntima, el descubrimiento
del detalle: representaciones a escala de campos de cultivo, viviendas
campesinas destruidas y deforestación entre otros.
En el territorio mismo, desde donde tiene la plena conciencia de estar
siendo observado, el campesino se encuentra a merced de las circunstancias;
los cultivos tradicionales (que se denominan "de subsistencia",
lo cual en las condiciones actuales es un eufemismo) no son una alternativa
real, pues la infraestructura física y las condiciones de mercado
impiden depender de ellos. La única posibilidad real y tangible
son los cultivos ilícitos, aún bajo la amenaza constante
de estar por fuera de la ley. Esta plena conciencia también involucra
la posibilidad -la certeza- de que tarde o temprano el cultivo será
localizado, fumigado y destruído. Las estrategias para contrarrestar
esta realidad son varias, todas ellas de graves implicaciones para los
grupos sociales que subsisten en la región y para el país
en un sentido más amplio: deforestación de áreas
vírgenes, la dispersión de los cultivos en áreas
ya fumigadas (que se diseminan para evadir la mirada panóptica
y contrarrestarla cuestionando su propia lógica); finalmente,
y en su efecto más extremo, el desplazamiento de comunidades
enteras a las ciudades, generando las condiciones de paranoia urbana
que se discutieron al inicio de este texto y que reproducen un patrón
cíclico de doble exclusión.
El emblema del "Panoptikon" [23] era un ojo abierto en medio
de un triángulo (no lejano a muchas representaciones de Dios)
rodeado de estas tres palabras: "Clemencia, Justicia, Vigilancia".
Haciendo una analogia, el llamado "problema de las drogas"
tambien se basa en una trilogia de terminos: Consumo, Producción,
prohibición. En este triángulo, los dos primeros términos
son interdependientes, como en cualquier economia capitalista; el tercero,
la Prohibicion, surge de la larga tradicion de la relacion entre Religion
y Estado y ha dictado la politica para enfrentar el problema, enfocada
en la produccion en lugar del consumo. La prohibicion se instrumenta
a traves de la Erradicacion, y las demas acciones son accesorias: Sustitución
de cultivos, Inversión social. La errradicacion tiene como efecto
una disminucion de la oferta, y esta a su vez genera una subida del
precio del producto final. Este circulo vicioso escala constantemente,
pues mientras que haya prohibicion la rentabilidad del negocio estara
garantizada. Las consecuencias de una politica de erradicacion son enormes,
y este costo sera asumido a largo plazo por los paises pobres en donde
se realizan las instancias primarias de la produccion.
Las estrategias para implementar la prohibicion tienen enormes implicaciones
economicas. Uno de los efectos colaterales es que una (minima) parte
de las enormes sumas de dinero que mueve esta industria transnacional
logra introducirse en el nivel de la produccion, concretamente en el
nivel del cultivo. Es alli, en el nivel de base (real y metaforicamente)
del negocio, en donde se convierte en una alternativa para muchos, a
menudo la unica viable ante la ausencia de infraestructura que soporte
los cultivos legales. Es ironico, por decir lo menos, que en las áreas
rurales de un país en guerra, miles de personas subsistan -así
sea de manera precaria- de la producción de sustancias que permitirán
a personas en otros contextos escapar de su propia realidad, desplazar
su subjetividad, y acceder a otros estados de conciencia. En los paises
industrializados, como en las utopias de Orwell y Kubrick, la presencia
constante de los instrumentos de control establece un espacio publico
total, en donde no existe un "afuera". Y como en ellas, la
unica forma de suituarse en el margen es a traves de la mas profunda
interioridad. No es casualidad que formas tradicionales de interiorizacion
como el Yoga hayan cobrado una popularidad creciente en momentos en
los cuales la vida cotidiana esta sujeta al escrutinio publico. Las
drogas son otra forma de rehuir esta "exterioridad total"
creando un espacio hermetico que la mirada panoptica puede controlar
pero nunca penetrar. Juan Fernando Herran ha hablado del contexto colombiano
como una "trampa", un espacio que encierra y que protege quien
esta adentro del mundo exterior. Y viceversa. "Toda "trampa"
posee sus atractivos. De una u otra forma, su carácter mimético
y sugerente logra que desestimemos momentáneamente su virulencia.
Nos proyecta caminos de acción que gustosamente recorremos y
a los cuales nos aferramos. Pero dichos senderos parecen estar plagados
de bifurcaciones que terminan en profundos acantilados. Muy cerca a
ellos, hayamos intersticios donde cada quien se refugia, logrando crear
su pequeño espacio individual. Espacios defensivos y recelosos
que se encargan de endurecer la "trampa", haciéndola
cada vez más férrea. De esta manera, el sistema se retroalimenta,
cimentándose en el aislamiento, el consuelo y la ilusión.
Esta condición y el hecho de saberse dentro de ella exige un
esfuerzo constante por dilucidar sus contornos y tratar de concebir
su totalidad, por evitar sus bordes cortantes, identificar sus zonas
inestables y sobre todo, por desenmascarar las estructuras que componen
el artificio" [24].
El modelo del panóptico puede entenderse como la exacerbación
del punto de inteligibilidad, esa posición ideal desde donde
se ejerce el dominio, la mirada hegemónica. La obra de Herrán
plantea alternativas para escapar de la hegemonía panóptica:
el desmonte de toda mirada que se presente como "objetiva"
mediante metáforas de desplazamiento e instancias de alienación.
La mirada desde abajo, desde adentro, desde el lado; desde la perspectiva
del arte, el trabajo de Herrán socava constantemente la legitimidad
de todo punto de vista privilegiado.
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