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Des-escenificar
En una obra primordialmente fotográfica, Sandra Bermúdez
ha explorado cuestiones relativas al amor, el sexo y las relaciones
interpersonales a través de representaciones de su propio cuerpo
(usualmente fragmentado), mostrando aquellas partes en las cuales se
efectúa el intercambio físico o emotivo: los labios, las
manos, los ojos y en particular la piel. Bermúdez, quien proviene
del medio de la moda, es claramente consciente de que la superficie
externa del cuerpo -la fachada, por así decirlo- es utilizada
como vehículo para proyectar la imagen personal, y que tal imagen
puede ser construida (y deconstruida) según los intereses de
cada cual. La moda trabaja con una piel cultural -la ropa- en la cual
se efectúa esta labor de proyección, pero la piel en su
sentido más literal es también sujeto de manipulaciones
y transformaciones, a través de los cosméticos, las joyas,
los tatuajes, la cirugía: el cuerpo se presenta como una superficie
dócil, receptiva a las intervenciones. La proyección del
sujeto es, pues, una puesta en escena. En consecuencia, aquello que
está sin una escena para constituir al espectador como sujeto
se considera obsceno, un objeto que está demasiado cerca, sin
un contexto, marco de referencia o justificación escénica
que salvaguarde al espectador . Pero al recurrir al encuadre cerrado
y a la fragmentación para desligar su sujeto de su escena, Bermúdez
lo introduce -irónicamente- en los códigos de lo pornográfico.
El trabajo de Bermúdez se enfoca en esta paradoja, separando
el fragmento del todo para des-escenificarlo y a la vez recurriendo
a los códigos visuales de lo pornográfico para situar
de nuevo la mirada en un espacio en donde el asunto de lo permisible,
lo moralmente aceptable y lo vulgar toman una importancia central.
La parte por el todo
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En la serie Mamacita, Bermúdez utilizaba el close-up para hacer
que la mirada se concentrara en las calidades intrínsecas de
la superficie, que adquiría así un carácter pictórico
-color, textura, grano- manteniendo sin embargo su corporeidad. En un
medio eminentemente visual como la sociedad de consumo contemporánea,
la fragmentación del cuerpo remite a la imagen publicitaria;
la ausencia de distancia, como ya se dijo, a lo obsceno. En esta serie
el fragmento de cuerpo se nos presenta sin la escenificación
necesaria para construir al espectador como voyeur, pero al hacer referencia
a los códigos del porno hardcore, en donde el cuerpo es presentado
en close-up extremo y sin argumento narrativo, la imagen recupera paradójicamente
su contexto. Al utilizar las convenciones de la pornografía (encuadre
cerrado, color saturado, superficies húmedas), las fotografias
de la serie Mamacita eran en consecuencia leídas como tales.
En realidad se trataba de fotografías de las manos de la artista
con productos de belleza como champú, vaselina o crema; su carácter
pornográfico estaba dado por lo que el observador veía
o creía ver en ellas. Mas alla de ser una referencia a la forma
como el cuerpo es puesto en escena por la industria de la belleza y
por la industria publicitaria, la serie puede ser entendida en un sentido
mas estructural como una crítica a los códigos de representación.
Cuando vemos, ¿que vemos realmente? Anaïs Nin afirmaba que
no vemos las cosas como son, sino como somos. Popularmente se afirma
que vemos lo que queremos ver, lo que tememos o lo que nos hace falta.
Dado que la imagen no mostraba las zonas tabú (los genitales),
su recepción era totalmente contingente a lo que el espectador
proyectaba en ellas, mediada por la manipulación efectiva y consciente
del aspecto formal por parte de la artista.
Titulo de la escena
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