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Antoni Tápies, pintor. 1999
Las alteraciones del tiempo y de cualquier otro elemento aparentemente sencillo, como el de cerrar los ojos, altera la idea de identidad de un retrato. Formiguera ha trabajado durante muchos años con las alteraciones que el tiempo va imponiendo a cuerpos y rostros en sus modelos, seres siempre cercanos, ha visto como ajeno a sus designios de artista, incluso ajeno a las decisiones de las personas retratadas, el tiempo es realmente quien altera, quien va formando esos rostros, esos cuerpos que resulta que somos nosotros.
El rostro ha sido siempre la seña de identidad mas leal, esa mirada que sobrevive al tiempo, por el que conseguimos reconocer a aquellos amigos que dejamos muy atrás, a esos parientes casi desconocidos que surgen desde nuestra infancia, a esos amantes de juventud que vuelven, como en una despedida, en la vejez. Pere Formiguera retrata a sus modelos (todos ellos personajes muy conocidos de la cultura catalana) con los ojos cerrados, como el que cierra toda ventana al exterior, impidiendo que nos adentremos en sus mentes, en sus sentimientos. Retratos en primer plano de rostros con los ojos cerrados, como si se negasen a establecer relación con quienes les miramos. Con los ojos cerrados parece que nuestra alma no pueda salir, parece como si pudiéramos escondernos, incluso de nosotros mismos, es como si la cara ya no fuera más una señal de identidad.
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