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Enrique Àlvaro. 2007
Serie: Compuestos
La identidad hasta ahora estaba estrechamente ligada a nuestros rostros. No solamente el rostro era el espejo del alma, sino que esa cara representaba quiénes y qué éramos. Por esto el género del retrato ha alcanzado tanto en la pintura como en la fotografía una importancia incuestionable. Sin embargo, el retrato ya no es más, si es que alguna vez lo fue, una forma de identificar a un individuo, mucho más allá de esa obviedad ha dejado también de recrear identidad real alguna. La serie "Compuestos", 2004-2007 de Germán Gómez plantea de una forma directa la incertidumbre absoluta que existe detrás de un rostro y el final de esa idea de identidad. Sus retratos de hombres están "compuestos" de fragmentos de otras caras, de otros rostros, de otros hombres.
Recortados y sustituidos por otros fragmentos, cada cara es el conjunto de pedazos de cuatro caras, de cuatro identidades, diferentes, pero la suma de todas ellas no genera una nueva identidad, sino la descomposición de las identidades individuales previas. Cada retrato es la cara de alguien que no existe pero es parte de cuatro identidades, de cuatro realidades diferentes e irreconocibles aunque presentes. La suma de una frente, de unos ojos, de una nariz, compone un rostro, la pérdida de ellos descompone una identidad, la certeza de saber quiénes somos se tambalea según vamos viendo que al igual que las tijeras y la cámara del fotógrafo, el bisturí del cirujano suma y resta partes de nosotros mismos creando, recomponiendo unos seres de los que somos parte, aunque no totalmente.
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