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"El reino de este mundo" consiste en un muro construido
con bloques de cemento fabricados por la artista - que involucran
materiales de demolición - el cual se corresponde con su
"sombra" en el piso, realizada con escombros tal como
fueron recogidos en el sitio: imagen especular entre "lo
real" y "lo creado", el dominio del arte y el de
la vida cotidiana. La artista comentaba que le fue muy difícil
encontrar una demolición donde conseguir los materiales
para su obra: en donde no se construye, no se destruye. Pero además,
en un país de carencias como el nuestro, hasta el ladrillo
más humilde es recuperado y tiene una segunda vida. La
artista buscaba una señal "que me confirmara que andaba
por buen camino", y la encontró en la persona de Fanny,
una mujer cuya vivienda había estado en donde ahora sólo
había escombros, y que había obtenido el permiso
del dueño de la demolición para llevarse los materiales
con los cuales construyó de nuevo su casa.
Este trabajo de Escallón tiene un componente sociológico
evidente, que se expresa en la inclusión de la presencia
de esta mujer, en modo alguno anecdótica sino componente
esencial de una obra que de otra manera sería excesivamente
formalista. Relación especular también de dos mujeres
de diferente provenencia y ocupación, que construyen su
espacio vital a partir de los mismos escombros. "Cuando a
usted le encargan algo, ¿que es lo que le piden?"
le preguntaba el obrero que le ayudó a realizar la obra.
En el pragmatismo de la vida diaria, la utilidad del arte (o su
intrínseca inutilidad) parecen no tener cabida.
El vértice en que convergen lo real y lo construido ya
había sido trabajado por Escallón en obras anteriores.
En "In vitro", instalación con la cual ganó
el premio del Salón Regional en 1997, Escallón colocó
un vidrio que impedía la continuidad del recorrido en uno
de los corredores de la Estación de la Sabana, lugar deteriorado
por el tiempo y por el abandono. El vidrio, que cerraba por completo
el área que le correspondió a Escallón, establecía
el límite entre el edificio dejado "tal cual",
con su pátina de polvo acumulado con los años, y
el espacio recién pintado y adecuado para recibir las obras
de la exposición.
"In Vitro" resaltaba por contraste el deterioro que
la desidia y el olvido habían significado para el sitio,
pero al hacerlo también evidenciaba la artificialidad de
la adecuación cosmética del espacio, para un evento
y una circunstancia precisos: la obra, contrario a muchas de sus
interpretaciones, no se encontraba en ninguno de los dos lados
del cristal, sino justamente en él mismo, vértice
de convergencia de una obra que se planteaba como una crítica
a la artificialidad del objeto artístico a la vez que resaltaba
la capacidad del arte de hacer visible la realidad.
Esta estrategia, tan nítidamente lograda en "In Vitro",
pierde algo de fuerza en "El reino de este mundo": una
obra que se nutre tan claramente de la inclusión de lo
real en el espacio ficcional del Museo ha debido escapar del único
espacio neutro del MAM, la Sala de Proyectos. La obra de Escallón
no necesita de la neutralidad del cubo blanco: su acción
crítica es más efectiva en ámbitos cargados
y ha podido inscribirse con mayor contundencia en uno de los espacios
de la arquitectura de Salmona, con sus materiales en bruto y sus
complejas relaciones espaciales.
Este artículo fue publicado en el periódico
El Espectador, Julio 23, 2000.
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