índice no. 5
José Roca
Reflexiones críticas desde Colombia


Salones de arte jóven   (primera parte)

El Salón Nacional de Artistas llega a su fin, y el comentario recurrente es que se trató, como hace dos años (si no tenemos en cuenta los invitados de última hora con que se quiso "legitimar" el evento en aquella ocasión), de un Salón conformado por artistas muy jóvenes, tanto en edad como en trayectoria. Y eso repercutió en el nivel de lo que se pudo ver.

Lugares Comunes I.

El primer lugar común en que se cae con facilidad cuando se habla del Salón consiste en evidenciar su desigual nivel. Esto se debe, como es de todos sabido, a la modalidad de convocatoria a través de los regionales. Los jurados de Selección (que deberían ser siempre los mismos, pues en el contexto artístico es imposible establecer unos parámetros que se puedan mantener constantes independientemente de los Jurados), se ven abocados a un problema estructural:
¿mantienen un mismo nivel, independientemente de la región, con miras a la confrontación final en el Nacional, o escogen (como en efecto sucede), lo mejor de cada una de ellas?.

La primera opción es la que daría como resultado un Salón Nacional con un mayor nivel, tanto en la calidad de los artistas y de sus obras, como en la coherencia global de la exposición. Pero, ¿es esto lo que se persigue con el gran conjunto de eventos que conducen hacia (e incluyen) el Nacional? ¿el propósito de fondo no es más bien el »mover el medio« mediante un evento fuerte, que además confronte a los creadores regionales con lo que se hace en los centros culturales del país? Hay varios argumentos para sustentar la primera opción, que podríamos denominar »excluyente«: todo sistema de cuotas (de género, de raza, preferencia sexual o, para el caso, de región) es injusto, pues castiga a aquellos que, sin tener tal vez el nivel de otros artistas de su área (concretamente los artistas de los »centros«), se ven desplazados del Nacional por artistas de nivel inferior, que son, sin embargo, sobresalientes en sus respectivas regiones.

En favor de la opción »inclusiva« también hay argumentos fuertes: representa de manera más fiel la situación del arte en las regiones (el famoso »corte transversal al arte del país«); permite a un mayor número de artistas de las regiones confrontar sus propuestas con las de Bogotá, Medellín y Cali; es mas democrático, en el sentido en que hace justicia a la diversidad cultural y geográfica del país (este argumento es populista a niveles casi electoreros); no se puede aplicar el mismo rasero en contextos en los cuales no hay escuelas de arte, o museos que pongan en contacto al medio con las discusiones y lenguajes del arte contemporáneo, o en donde no hay crítica (esto último incluiría a Bogotá); hay que mostrar »lo que da la tierra«, aún a riesgo de que las propuestas de estos artistas se vean como ejercicios académicos frente al trabajo de artistas más informados o con más fogueo; etc., etc. Un breve análisis de las cifras expuestas en el catálogo (que, dicho sea de paso, se constituye en un buen material de consulta), muestra que las »cuotas« fueron consistentes: en todas las zonas se escogió entre un 20 y un 30% de los inscritos para el respectivo Regional, y un 10% para el Nacional, con la excepción de Villavicencio, en donde extrañamente se escogió un 43% de los inscritos, de los cuales finalmente un número mínimo (solo 2) fueron escogidos para el Nacional.

¿Es esto justo y democrático? A mi modo de ver no lo es. La mayor solidez del medio artístico en ciertas regiones tiene una fuerte incidencia en la calidad del trabajo sometido al juicio de los jurados, y este hecho debería reflejarse en un porcentaje significativamente mayor de artistas admitidos por estas zonas. Sin embargo, no es así; el imperativo de representar todas las regiones de manera »equivalente« conduce a una deformación de los objetivos originales, en la cual, por ejemplo, quienes pudieron visitar el Regional de Bogotá se sorprenden de ver posteriormente en el Salón Nacional propuestas regionales que no alcanzan el nivel de innumerables artistas que no fueron escogidos por la Zona Centro para este evento. Con el sistema actual es posible »medirle el pulso al arte del país« (con lo cual se comprueba que ciertas regiones están poco menos que moribundas). Pero en el momento en que las propuestas estén compitiendo entre sí para lograr un premio en dinero, la participación se convierte en una carrera, y los criterios de calidad marginan las participaciones periféricas de manera efectiva con lo cual el propósito incluyente, de corte algo »sociologico«, se desvirtúa.

Para este juego inclusión-exclusión (los mejores de las »periferias«, así estos mejores no sean tan buenos como los regulares de los »centros« versus un solo nivel, independientemente de la procedencia) no hay alternativas que no impliquen un desmejoramiento de algún aspecto crucial: una de las opciones privilegia el nivel; la otra, la participación. De tal manera que la crítica al Nacional debe ser puesta en el contexto de sus fallas estructurales para poder ir mas allá de la queja recurrente respecto a su falta de nivel homogéneo.

Lugares Comunes II.

Tal vez como resultado de lo ajenos que están ciertos artistas a la circulación de información sobre arte contemporáneo, o debido a que han tomado una distancia insuficiente para lograr una crítica del referente que no se convierta en su parásito formal o en su epígono, este Salón mostró demasiadas propuestas de bajo nivel, derivativas y sin un sentido de la factura (que se emparienta con el oficio , no en el sentido de la Academia sino más bien en la asunción a cabalidad de las implicaciones de ejercer la profesión de artista).

Es posible que el tema de los Salones de este año, La Memoria, haya dado lugar a la profusión de imágenes autobiográficas o históricas que se presentaron; para muchas de las obras, el referente directo, tanto formal como conceptualmente es el trabajo del artista francés Christian Boltanski, quien mediante complejas instalaciones que involucran fotografías y objetos de archivos públicos y privados muestra la cercanía que existe entre los recuerdos individuales y la memoria colectiva, e investiga sobre la ausencia y la desaparición.
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©  José Roca

Presentación en internet: Universes in Universe - Gerhard Haupt & Pat Binder
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